La misoginia y ordinariez de Eugenio Cedeño repele. Con lenguaje soez, el diputado del Partido Revolucionario Moderno afirmó el derecho masculino a la propiedad del cuerpo de las mujeres. Es idea sorbida en las ubres del sistema patriarcal. Antes que él, y con oscuras luces que Cedeño no tendrá nunca, lo dijo Nietzsche a través de Zaratustra: «La felicidad del hombre es: yo quiero. La felicidad de la mujer es: él quiere».
Los medios de esta «felicidad» masculina se proclaman, no se cuestionan. Nacido el hombre para guerrear, según el pensamiento nietzscheano, ella es el sumiso «reposo del guerrero». En el estereotipo cavernícola, la arrastrada por los cabellos. En la grosería de Cedeño, ni siquiera la sumisión invita. Basta a la mujer «encuerarse» a su lado para que el hombre la use como receptáculo de su eyaculación. Violencia del lenguaje que traduce la violencia en la vida.
Pero que los árboles no nos impidan ver el bosque. La paternidad de las ideas de Cedeño no es otra que el machismo estructural y antiderechos en las organizaciones políticas, por muchos golpes de pecho que se den cuando las críticas en las redes las ponen en riesgo de la ahora llamada «crisis reputacional».
Ante el aspaviento del PRM, Diario Libre hizo ayer la pregunta que va al meollo del asunto: «¿Y los que aprobaron el Código?». Responderla situaría la misoginia de Cedeño en su contexto: unos partidos apostatas de su deber social y político de fomentar la ampliación y el fortalecimiento de los derechos de las personas.
Ahí está esa República de Gilead configurada en el proyecto de Código Penal que la mayoría multicolor de los legisladores aprobó sin el menor sonrojo. Un código, queremos recordarlo ante el tardío prurito del PRM por Cedeño, que rebaja significativamente la pena cuando la violación sexual ocurre en la pareja, que sigue penalizando el aborto en todas sus formas y que deja en manos de la «libertad de conciencia y de culto y el respeto a las buenas costumbres»» la decisión de discriminar al otro que disgusta a nuestros prejuicios.
¿Cuál será la infracción que juzgará la Comisión Disciplinaria perremeísta, si es que llega a hacerlo? ¿El lenguaje utilizado o la visión de la sociedad, y no solo de las mujeres, que ese lenguaje expresa? Porque si es esto último, el PRM tendrá que hacerse un harakiri, eviscerarse, para sacar de su política todos los silencios y complicidades ideológicas que contribuyen a que sus legisladores, escandalicen o no, hagan retroceder aceleradamente nuestra informe democracia.
Prueba al canto: jugando a gatita de María Ramos, José Paliza calla ante todas las falencias antidemocráticas señaladas por amplios sectores de opinión para terminar culpando a las tres causales (¡con las que dice coincidir!) de retrasar la aprobación del nuevo Código Penal.
Cedeño podría ser, al final, victimario y víctima. Lo primero no requiere pruebas, hasta su gestualidad lo inculpa. Lo segundo lo producirá un fariseo rasgamiento de las vestiduras blancas.