Los hermanos Marcelino y Carlos Vélez Santana eran amigos cercanos de Juan Tomás Díaz y, por tanto, estaban enterados de conversaciones clandestinas que este y otros contertulios sostenían en torno a una trama para eliminar a Trujillo. Esa relación cercana con el general Díaz no los convertía en conspiradores activos, pero sí en personas moralmente comprometidas con los objetivos de la conjura consistentes en, una vez erradicada la dictadura, contribuir a la construcción de una sociedad democrática para beneficio del pueblo dominicano.
Se sabe que la noche del 30 de mayo, tras los hechos subsiguientes al tiranicidio, Marcelino Vélez Santana se vio directamente ligado al centro de la conspiración y que durante cinco días tuvo que esconderse junto a Juan Tomás Díaz, Antonio de la Maza y Salvador Estrella Sadhalá en la residencia del doctor Robert Reid Cabral.
Cuando los agentes del SIM se enteraron de la colaboración brindada por el doctor Vélez Santana a los ajusticiadores del Jefe, procedieron a su detención y confinamiento en las cárceles de El 9 y de La Victoria, en donde fue torturado y sometido a todo tipo de vejaciones, al igual que ocurrió con otros miembros de la conspiración y sus familiares.
Durante el tiempo del cautiverio de Vélez Santana, 5 de los 7 hombres que directamente participaron en el ajusticiamiento le contaron la historia de cuanto ocurrió la noche del 30 de mayo, pues, según confesó, “permanecí escondido con Salvador Estrella Sadhalá, Antonio de la Maza y Juan Tomás Díaz durante los cinco días comprendidos entre la noche del 30 de mayo y algunas horas antes de la muerte de los dos últimos. Además, con Salvador Estrella, Pedro Livio Cedeño, Huáscar Tejeda y Roberto Pastoriza estuve preso coetáneamente, tanto en La Victoria como en la cárcel del 9. Y compartí la misma celda con Cedeño, Salvador Estella y Alberto Rincón durante un mes poco más o menos.” (Ver Félix Servio Ducoudray, “La historia secreta del 30 de mayo”, ¡Ahora!, 2 de junio de 1975).
Años después, en entrevista con Emilio Cordero Michel, Bienvenido García Vásquez, Miguel Ángel Bissié y Eduardo García Michel, el doctor Vélez Santana se refirió a los tiros, necesariamente mortales, que durante la refriega Imbert y De la Maza le dieron al dictador. En esa misma conversación, Vélez Santana se refirió al momento culminante de la noche cuando el dictador cayó de bruces sobre el pavimento y se produjeron los tiros finales del enfrentamiento. En ese preciso instante, añadió, fue cuando sucedió “algo que dice Imbert que no, pero que Antonio de la Maza me dijo a mí que le había pegado dos tiros de gracia [a Trujillo], uno en el maxilar y otro en el corazón.”
De los seis impactos de bala que recibió el cuerpo de Trujillo, uno se lo dio Antonio Imbert en el pecho, que fue el que lo derribó, y otros tres se los dio Antonio De la Maza: el primer disparo fue cuando inició el ataque, ambos vehículos en movimiento; y los dos restantes tiros fueron: uno debajo del mentón y el otro en el corazón. Por su parte, el doctor Marcelino Vélez Santana confesó estar convencido de que “cada uno, cada Antonio, le pegó un tiro de gracia a Trujillo». (Ver Eduardo García Michel, 30 de mayo. Trujillo ajusticiado, 2001.)