En toda sociedad democrática existen normas y reglas para una sana convivencia.
Es triste ver personas que parecen confundir libertad de expresión con libertinaje y anarquía.
Pegan el grito al cielo cuando se sanciona la vulgaridad y el desenfreno, pero no critican ni parece importarles el daño real que producen esos propagandistas del caos, la mala educación y el morbo amarillista.
Si fueran objetivos criticaran lo negativo y/o nocivo sin importar de quien viniera.
Pero parece que su interés es mantener a la población entretenida con comida chatarra, es decir, contenidos de escaso o nulo valor social, humano e intelectual.
¿Acaso da derecho la libertad de expresión a decir mentiras, desinformar, difamar, manipular, exaltar lo malo y nocivo para los demás?
¿Es eso libertad justificada?
Si la libertad de expresión significa no tener límite alguno, entonces no tiene sentido que existan leyes qué protejan de las falsas noticias, los chantajes mediáticos, la calumnia, la extorsión y el engaño.
En palabras más simples, la libertad llega hasta donde el derecho, el respeto a los demás y el sentido común le permiten. Lo demás es demagogia barata y un falso sentido de libertad.