Conversación de fin de semana en torno a una mesa sobre las elecciones en Estados Unidos. Más concretamente, sobre el dilema que se plantea a los votantes: ¿cómo elegir entre dos candidatos que desagradan?
Problema ético: ¿se puede votar por Biden -entendiendo que está incapacitado para ejercer la presidencia- solo para que no gobierne Trump, un candidato que despierta rechazo profundo?
Si sale reelegido Biden… ¿quién gobernará en realidad? Las limitaciones físicas son evidentes y propias de la edad, pero… ¿no son más preocupantes las mentales? ¿No tiene un entorno familiar que lo proteja? ¿Es posible que un candidato se imponga sobre la opinión de su propio partido?
Si sale elegido Trump, ¿qué política exterior trazará, qué hará en relación a Haití, cómo manejará los temas de migración, Ucrania, China…? ¿Será una amenaza para la democracia de Estados Unidos, como alegan los demócratas? ¿Las instituciones no son suficientemente fuertes para marcarle límites?
Biden (o su entorno más íntimo) insiste en seguir en la carrera. Solo el Todopoderoso, dice, puede hacerle cambiar de opinión. Tiene razón, pero obvia que en estas cuestiones el Todopoderoso no está en los cielos, sino en las urnas. El Todopoderoso es el voto de los ciudadanos. Un pequeño detalle que sí ven los demócratas, sean de su partido o no.