En 2022 visité Ciudad de México. Aprovechando mi visita, la editora Adriana Romero me invitó a compartir en el Covadonga con ella y algunas de sus amistades.
Entre una cosa y otra, no recuerdo si fue el poeta marroquí, la traductora búlgara, el ensayista francés o el antropólogo estadounidense quien me recomendó el libro «Trece poetas del mundo azteca», editado por Miguel León Portilla.
Aquí dejo un enlace de descarga de esa edición en PDF, lo encontré mientras escribía este texto.
Estuve buscándolo, pero en todas partes se había agotado. Hasta que una tarde, caminando, encontré en Google Map una librería en la colonia Condesa. Llamé, tampoco lo tenían, pero podían venderme uno editado también por Miguel León Portilla, llamado «Quince poetas del mundo náhuatl».
Al margen de la anécdota, el libro es una belleza de edición. Sucede que el que conseguí es una edición ampliada del que me habían recomendado, León Portilla dice que cambió el título, agregó otros dos poetas e incluyó un estudio que aclara dudas sobre la originalidad de los cantares y autores contenidos en el volumen.
Aquí dejo un enlace también a esta edición.
Por cada poeta, León Portilla presenta unas notas biográficas y del contexto social de los autores. Así di con Cacamatzin. Este fue hijo de Nezahualpilli, un poeta, “tlatuani” o gobernador de Texcoco, casado con una hermana de Moctezuma, la máxima autoridad entre los mexicas.
A la muerte de su padre, con el apoyo de su tío, Cacamatzin logra ser el gobernador de Texcoco. En su visión política, seguía las mismas rutas pacificadoras de Nezahualpilli y su abuelo Nezahualcòyótl, el otro gran poeta náhuatl.
Pero un día, Cacamatzin se entera de que Hernán Cortés, con un grupo de españoles, vienen avanzando desde Yucatán.
Preocupado por lo que habían estado haciendo los forasteros en otras comunidades, Cacamatzin le dice a su tío Moctezuma que unan fuerzas para atacar a Cortés, pero su tío le dice que les dé un recibimiento hospitalario.
La actitud de Moctezuma me hace pensar en la que tuvo Anacaona con Nicolás de Ovando. Y los resultados, con sus diferencias, fueron muy similares.
Cacamatzin acata. Al cabo de poco tiempo, los españoles apresan a Moctezuma, Cacamatzin conspira para rescatar a su tío, pero uno de sus hermanos lo entrega a los españoles.
Todo indica que el poema «Cantos de Cacamatzin» se escribió durante aquellos días de prisión. Es una pieza existencialista, de una profunda resignación y en la que el poeta se ve de cara a lo que puede esperarle tras la muerte.
Por eso habla del mosaico, la mortaja y lo que será de Nezahualcóyotl y Nezahualpilli, ambos ya muertos.
Ahora que vienen las elecciones, los primeros versos del poema me hacen pensar justamente en la posición en la que se colocan los políticos. Da la sensación de que pierden la perspectiva y que necesitarían escuchar que alguien les diga: “Que nadie viva con presunción de grandeza”.
Solo una cosa más, Cacamatzin nunca más salió de aquella prisión. Murió a manos de los españoles, según dicen, en medio de los conflictos que concluyeron con la expulsión de Cortés de Tenochtitlán, el 30 de junio de 1520, en lo que se conoció como La noche triste.
Cantos de Cacamatzin
Amigos nuestros,
escuchadlo:
que nadie viva con presunción de realeza.
El furor, las disputas
sean olvidadas,
desaparezcan
en buena hora sobre la tierra.
También a mí solo,
hace poca me decían,
los que estaban en el juego de pelota,
decían, murmuraban:
¿Es posible obrar humanamente?
¿Es posible actuar con discreción?
Yo solo me conozco a mí mismo,
Todos decían eso,
pero nadie decía verdad en la tierra.
Se extiende la niebla,
resuenan los caracoles,
por encima de mí y de la tierra.
Llueven las flores se entrelazan, hacen giros,
vienen a dar alegría sobre la tierra.
Es en verdad, tal vez como en su casa,
obra nuestro padre,
tal vez como plumajes de quetzal en tiempo de verdor,
con flores se matiza,
aquí sobre la tierra está el dador de vida.
En el lugar donde suenan los tambores preciosos,
donde se hacen oír las bellas flautas,
del dios precioso, del dueño del cielo,
collares de plumas roja
sobre la tierra se estremecen.
Envuelve la niebla los cantos del escudo,
sobre la tierra cae lluvia de dardos,
con ellos se obscurece el color de todas las flores,
hay truenos en el cielo.
Con escudos de oro
allá se hace la danza.
Yo sólo digo,
yo, Cacamatzin,
ahora solo me acuerdo
del señor Nezahuapilli
¿Acaso allá se ven,
acaso allá dialogan
él y Nezahualcóyotl
en el lugar de los atabales?
Yo de ellos ahora me acuerdo.
¿Quién en verdad no tendrá que ir allá?
¿Si es jade, si es oro,
acaso no tendrá que ir allá?
Soy yo acaso escudo de turquesas,
una vez más cual mosaico volveré a ser incrustado?
¿Volveré a salir sobre la tierra?
¿con mantas finas seré amortajado?
Todavía sobre la tierra, cerca del lugar de los atabales,
de ellos yo me acuerdo.