Votaré el domingo, quizás en la mañana, quizás en la tarde. Sí sé por quiénes. Es un deber cívico y cumplirlo se inscribe en la buena ciudadanía. Ahora tenemos la oportunidad de votar mejor. Perfectamente posible marcar la casilla de tres partidos con opciones diferenciadas para presidente, senador o diputado. Adiós al arrastre.
Es alentador celebrar el desarrollo pacífico de la campaña electoral, un testimonio del progreso de la democracia dominicana. Los ciudadanos dominicanos han aprendido a ver las elecciones como un proceso rutinario para la renovación de las autoridades, lo que refleja una madurez democrática en crecimiento.
Las elecciones libres y competitivas son fundamentales, pero representan solo una faceta de un sistema político completo. Es evidente que se necesitan cambios significativos para mejorar la relación entre gobernantes y gobernados. La sombra del Estado se ha expandido demasiado y es crucial simplificar su funcionamiento para aumentar su eficacia y reducir costos. La proliferación de partidos en las boletas electorales puede dar la impresión de diversidad, pero en realidad refleja clientelismo y patrimonialismo estatal. Las alianzas políticas suelen buscar privilegios y favores en lugar de representar genuina diversidad ideológica.
Esencial que las preocupaciones sociales ocupen un lugar central en el debate público. En nuestra región, tenemos una de las distribuciones de recursos y oportunidades más desiguales, lo que representa un obstáculo para el desarrollo y revela deficiencias en nuestra democracia. Necesitamos superar el miedo a las reformas y entenderlas como parte del cambio necesario en una sociedad dinámica.
El ganador del domingo tendrá la responsabilidad de impulsar cambios significativos. De lo contrario, existe el riesgo de estancarnos en una democracia donde las elecciones libres sean rutinarias cada cuatro años pero carezcan de un impacto substancial en el progreso y el desarrollo del país.