Hace 20 años, la gran periodista italiana Oriana Fallaci, escribía La rabia y el orgullo y La fuerza de la razón. Enferma de cáncer, Fallaci se había autoexiliado en Nueva York, incapaz, según declaró entonces, de soportar “la estupidez“ de Europa al no detener lo que ella llamaba “colonización“ del continente por parte del Islam. Una nueva reconquista pero al revés y el nacimiento de lo que llamaba Eurabia. Una guerra de religión, la Yihad, que ya había comenzado. Y que Europa, ella pensaba, estaba dispuesta a perder.
Sus libros vendieron más de seis millones de ejemplares y causaron gran revuelo. Ella culpaba de ese futuro a la estupidez de la derecha, de la izquierda, de la Iglesia, la ONU, la sociedad civil, las instituciones europeas, los imanes…
Oriana Fallaci era una periodista valiente: cubría guerras, denunciaba la opresión y se enfrentaba a sus entrevistados (todos los líderes del mundo) sin complejos. Era una periodista de izquierdas, según lo que se entendía en los años 60 y 70 del siglo XX.
Como periodista, denunciaba la opresión de las dictaduras islamistas. Como mujer, la anulación de las mujeres sometidas a una religión feroz anclada en el medioevo. Como europea, defendía una forma de vida en democracia y libertad. Como atea, el derecho innegociable a no creer. Como ciudadana activista, la libertad para todos.
Que crezca el islamismo no es buena noticia. Ni en Europa, ni en Haití ni aquí.