El chivo es un icono de la geografía dominicana. Prolifera y se torna dominante en la línea noroeste y en el sur profundo. Versátil. Intrépido. No le arredra la aridez. Extrae el agua de donde no existen escorrentías ni manantiales. Se adapta a toda clase de relieves y suelos. Capaz de trepar a las ramas de los árboles y de efectuar cabriolas inverosímiles. Si lo dejan por su cuenta lo arrasa todo.
Los chivos sin ley dominicanos exponen su impudicia desde mucho tiempo atrás, amparados en la impunidad que resguarda sus acciones. Proliferan como la verdolaga y son difíciles de someter a la obediencia. Semejan al arcoíris: se les encuentra diseminados en todo el espectro político.
Los sucesivos gobiernos de la etapa democrática han optado por dejarlos sueltos para que hagan o deshagan, con tal de tenerlos contentos para que participen de la piñata clientelar.
La especie se ha ido multiplicando con el paso del tiempo. Su ejemplo arrastra a muchos. Ahora se cuentan por miles, empoderados de la certeza de que hacer lo que les viene en ganas les proporciona beneficios y placer, sin que nadie reprima su comportamiento antisocial.
Los entendidos en la materia los dividen en dos subespecies. Una muy numerosa, pero dispersa; la otra, concentrada y poderosa.
La primera subespecie es el chivo sin ley, puro y simple. Hace lo que como individuo se le antoja (tira la basura a la calle, arroyos y ríos; lanza botellas y comida desde un vehículo en marcha; pone los altoparlantes a todo volumen para que se oigan a cientos de metros; bloquea las intersecciones de las calles para cerrar el paso a los demás vehículos; anda en las motos sin respetar señal alguna de tránsito; ocupa el carril izquierdo de la autopista, aunque circule a velocidad de hormiga o conduzca un camión pesado…).
La segunda subespecie es algo más complicada porque ha ido acumulando poder económico y hasta político. Por su gran tamaño asemeja a un Mamut fuera de época. De ahí que en tiempos recientes se les llame Chivosmamut. Está integrada en forma de gremios o sindicatos.
Hay Chivosmamut muy grandes y poderosos. El más mencionado es la asociación de profesores. Mantiene a los gobiernos a la defensiva y a los estudiantes como rehenes de sus ambiciones. Manipula a la opinión pública y consigue lo que se le antoja (lanza al zafacón de la historia el grueso porcentaje del 4 % del PIB anual que ilusoriamente la población consagró al objetivo de tener una educación de calidad; antepone su propio bienestar al aprendizaje de los alumnos; amenaza con someter a la comunidad al embrutecimiento colectivo; convoca reuniones de tónica sindical o política en horario de clases; trastrueca la mística y respeto que tradicionalmente inspiran los maestros en afán de subasta de mercado público que deshonra la profesión…).
Si las cosas se analizaran con serenidad podría concluirse que el problema no radica en que haya chivos y chivosmamut sin ley. Sino en que existen por la única razón de que aquellas personas investidas de algún grado de autoridad en cuyas manos reside la obligación de hacer cumplir las leyes, incumplen esas obligaciones, y ceden terreno que facilita la expansión de los caprinos.
Lo anterior se debe a la tendencia de determinados niveles de autoridad de dejar de actuar ante todo lo que luzca tener un costo político, aunque en el fondo no lo tenga ni la máxima instancia ejecutiva lo reclame.
En tal virtud, cuando se plantee (ojalá que sea más temprano que tarde) la necesidad de readecuación de las leyes para dar más peso a las sanciones por incumplimiento y corregir los desacatos tan frecuentes cometidos por estas dos subespecies, debe hacerse hincapié en la necesidad de imponer castigos pesados a las autoridades que incumplan sus obligaciones, concepto que no solo se refiere a aquellas que actúen con venalidad, sino también a las que no ejerzan con esmero y eficiencia las funciones de que se ocupan.
Frenar en seco el comportamiento cada vez más agresivo de los chivos y chivosmamut sin ley debería formar parte de la campaña de institucionalización y del pacto de nación cuyo compromiso de firma y cumplimiento podrían asumir las distintas fuerzas políticas y sociales, por el sencillo argumento de que un país en orden, en el que se impone el respeto y la igualdad ante la ley, es el preludio de una nación a las puertas del desarrollo.
Es, ni más ni menos, el broche que falta agregar al crecimiento económico.
Los chivos sin ley dominicanos exponen su impudicia desde mucho tiempo atrás, amparados en la impunidad que resguarda sus acciones. Proliferan como la verdolaga y son difíciles de someter a la obediencia. Semejan al arcoíris: se les encuentra diseminados en todo el espectro político.