La práctica de la estafa sigue como una forma popular de ganarse la vida en la República Dominicana.
No deberíamos sentirnos orgullosos de eso, por supuesto, pues se trata de una marca terrible para nosotros como sociedad organizada.
Los estafadores no se limitan a los esquemas locales y, mediante el uso de las nuevas tecnologías, han incursionado en complejas estructuras con operaciones en diversos países.
Estados Unidos nos ha puesto el ojo y ha comenzado a detectar movimientos de estafas contra sus ciudadanos, lo que ha provocado pedidos de extradición de diversos ciudadanos dominicanos por su participación activa en esos esquemas criminales.
Si bien las autoridades nacionales están atentas en la persecución de esos delitos, lo cierto es que queda mucho camino por recorrer y se hace urgente que cuenten con los recursos necesarios para limpiar el país de esa lacra.
Mientras, a los ciudadanos les hacemos una llamada a evitar patrocinar y caer en estos esquemas. Si se ve demasiado bueno para ser verdad, no se meta, que huele a engaño.