La pintora mexicana Frida Kahlo (1907-1954) mira con sus enigmáticos ojos negros desde medio centenar de fotografías desconocidas que forman parte de la mayor colección privada sobre ella y que se exponen a partir de este jueves en la galería Throckmorton Fine Art de Nueva York.
Spencer Throckmorton, dueño de esta galería del este de Manhattan, cuenta a EFE que en 1977 compró una foto de Frida a su sobrina-nieta Cristina sin apenas conocerla y desde entonces ha recorrido el mundo sumando más y convirtiéndose en un experto sobre su vida y obra, incluso descubriendo títulos perdidos.
Con su perro descansando a los pies, abre un grueso monográfico de Taschen en el que ha colaborado y muestra las imágenes de dos cuadros que halló: ‘Congreso de los pueblos por la paz’ (1952) y otro sin firmar: «el ultimísimo» de su vida y «premonitorio», dice, pues el cabello de la pintora, que fue cremada, luce en llamas.
«Simplemente me enamoré de Frida«, resume el galerista, especializado en fotografía latinoamericana y que buscaba fotos tomadas por el padre de la fotografía mexicana Manuel Álvarez Bravo cuando se topó con su retrato de Frida posando con una esfera, que despertó su interés en la exponente del surrealismo.
- Throckmorton, que pronto aparecerá en un documental sobre Frida al que ha cedido fotos, asegura que la fotografía fue muy importante para esta, pues empezó a pintar retocando las fotos de su padre, el fotógrafo Guillermo Kahlo, a los 8 años, y gracias a él aprendió a posar como lo hizo para numerosos fotógrafos.
Nombres como Fritz Henle, Lucienne Bloch, Bernard Silberstein, Leo Matiz o Nickolas Murray, este último su amante, retratan a Frida seria, sonriente, desinhibida, fumando, mostrando sus cuadros y posesiones, y feliz junto al muralista Diego Rivera, probablemente el hombre de su vida, con el que se casó dos veces.
Entre las rarezas a la vista en la sala, hay tres pequeñas fotos de Frida tomadas por Edward Weston que esconden secretos: la artista dibujó en su reverso pies, manos, ojos y lágrimas; también hay una foto sin firmar en la que Frida, Diego y sus amigos observan un eclipse solar en 1932.
Throckmorton va divulgando precios a un marchante interesado –50.000 dólares esta foto, 60.000 aquella- pero asegura que le cuesta despedirse de las obras, por lo que mantiene una selección personal «única» en la que cuenta con fotos tempranas de Frida, con dos y tres años, y tardías, en su lecho de muerte.
Y vaticina que seguirá coleccionando fotografías de Frida, de quien le fascina, sobre todo, su «intelecto«, revela.