Al PRM y al PRD, con tantos buenos amigos (dicho sin ironía) en el PSOE, les toca entender que la socialdemocracia de Felipe González y José Bono ha quedado enterrada en un partido radical personalista en el que ya no cabe nadie que no sea un monaguillo del nuevo iluminado.
Pedro Sánchez ha emprendido su personal guerra contra jueces y periodistas. Se veía venir pero no con tanto teatro. Ni con tanto peligro para la democracia española.
Para acabar con las sospechas sobre tráfico de influencias (como mínimo) que cinco medios digitales han revelado sobre su esposa, bastaba con desmentirlos. Y siguen sin hacerlo.
Si cree en la Justicia, como dice… ¿por qué no demanda a esos medios? Si no hay ninguna duda de la honestidad de los contactos de Begoña… ¿por qué no ir ante el juez a explicarlos? Si no hay nada que ocultar, ¿por qué no aclarar los viajes de su Falcon a República Dominicana? Si son, Pedro y Begoña, tan feministas… ¿por qué no se defiende ella de las supuestas calumnias? Si tiene tanto empeño en “salvar“ la democracia… ¿por qué se alía con supremacistas de extrema derecha y extrema izquierda?
Nadie se lo había pedido, pero Pedro ha decidido no dimitir por el bien de todos. La excusa es la esposa.
(Muy heteropatriarcal, todo esto.)