Nos hemos acostumbrado a etiquetar a la República de Haití como un Estado fallido por su grave situación política, social y económica. En lo que respecta al derecho internacional público, existen cuatro elementos básicos para la existencia de un Estado:
1- Poseer un poder político (gobierno legítimo)
2- Tener una población bien establecida
3- Controlar su territorio e instituciones
4- Estar reconocido por la comunidad internacional.
Sin embargo, aunque en la práctica Haití no cumple a cabalidad con las primeras tres, cuando se trata de las relaciones bilaterales formales entre las autoridades de la República de Haití y de República Dominicana, no debemos tildar a Haití como Estado fallido. Nuestros funcionarios públicos deben evitar dirigirse a nuestros vecinos como tal, sea de forma directa o indirecta; sobre todo si proviene de cualquier funcionario de nuestra cancillería, de nuestros legisladores o de la Presidencia de la República. Mantener esa posición es equivalente a declarar a las autoridades de Haití incompetente para entablar o continuar cualquier negociación con nosotros.
En base a nuestra experiencia como miembro de la diáspora dominicana radicada desde 1986 en Canadá, con más de 30 años de ejercicio en la carrera de diplomacia pública, y de haber mantenido estrechos lazos de amistad con la comunidad israelí, musulmana, italiana, dominicana y haitiana que habitan en estas heladas tierras de Norteamérica, es propicio mencionar el siguiente statement del que fuimos testigos el año pasado: “No queremos ser pesimistas en este encuentro, pero nuestras relaciones bilaterales con República Dominicana no podrán mejorarse si todavía autoridades y personas influyentes de ese país nos siguen considerando públicamente como un pueblo inferior al suyo, y peor aún, como un Estado fallido. Si de antemano nos consideran un Estado fallido, ¿como pretenden ellos sentarse en la mesa de negociación con las autoridades de Puerto Príncipe?, señalaba en septiembre 2023 un distinguido abogado de la influyente diáspora haitiana de Montreal. El jurista haitiano, a nuestro parecer, tiene razón.
Para entablar conversaciones bilaterales y resolver diferendos oficiales, deben primero reconocerse las partes como viables, luego sentarse a la mesa de negociación como iguales. Pese a no reunir todos los requisitos del derecho internacional, el reconocimiento masivo de grandes naciones y de organismos internacionales a Haití, es lo suficientemente fuerte como para confirmar su existencia como Estado. Los aspectos teóricos sobre Estado pierden su importancia ante la indiscutible realidad de la praxis de las relaciones actuales.
En consecuencia, se aconseja irnos cuidando para que tanto los medios de comunicación y las autoridades dominicanas traten de no dirigirse a Haití en semejantes términos. Pese a su extrema pobreza, a su desorden y descontrol general, para fines de negociaciones oficiales con nuestro país, Haití no debe considerarse de antemano como un Estado fallido.
«Como en este encuentro bilateral entre la República Dominicana y la República de Haití en esta cancillería, el representante dominicano mantiene un tratamiento desigual cuando acaba de decir de que nuestra comisión haitiana llegamos a este importante foro en base a que los haitianos venimos a resolver nuestros diferendos con ustedes porque somos tan inteligentes como los dominicanos aquí presentes, dejamos por terminada esta reunión». Esto declaró un representante haitiano hace varios años en una reunión bilateral entre la República Dominicana y la República de Haití, dejando plantada a la comisión oficial dominicana y con razón. Tenemos que evitar situaciones tan indeseables como estas.
No es fallida la República de China (Taiwán) por haber sido expulsada de las Naciones Unidas bajo Resolución 2758 de la Asamblea General de 1971, y de no ser reconocida actualmente por la mayoría de la comunidad internacional. La doctrina de “una sola China” sigue siendo ambigua para la isla. Las autoridades de Taipéi controlan su territorio, posee una población establecida; siendo su parte débil los pocos países que sostienen relaciones formales con ella, lo inverso de Haití. No es fallida Palestina por su desgracia actual peor que Haití, ni Ucrania por no tener control de todo su territorio. Se podría decir que ninguna de las tres naciones reúne todas las condiciones jurídicas de derecho internacional para alcanzar el status de Estado, pero no dejan de serlo aunque no todos así lo acepten.
En la tierra de Toussaint Louverture, ninguno de los socios de Port-au-Prince se dirigen a ella como fallida, mucho menos en la prensa o en foros bilaterales o multilaterales. Sus aliados no la declararon fallida por la destrucción de muchas de sus estructuras públicas durante los terremotos que la sacudieron en la década pasada o por el desastre actual. La oficina principal de la OIF (Organisation Internationale de la Francophonie) para América Latina y el Caribe tiene su sede principal en la perle des Antilles, más precisamente en Pétion-Ville. Por alguna razón la escogieron y permanecen allí con una prestigiosa instalación hasta hoy día. Entre 2021 y 2022, el suscrito registró en su agenda unas veinte reuniones con la OIM (Organización Internacional para las Migraciones de la ONU) y doce visitas personales de trabajo diplomático con Emmanuel Adjovi, director regional de la OIF, a los fines de organizar proyectos del más alto interés de diplomacia pública multilateral entre la OIF, la OIM, la República Dominicana y la República de Haití. La OIM no está en Haití y en República Dominicana para defender necesariamente los intereses dominicanos, sino para velar principalmente y ante todo por los de Haití, debido a su extrema vulnerabilidad. Todos siguen vigilando de cerca nuestros errores y declaraciones, sin tomar en cuenta lo que nuestro país ha hecho por su vecino.
Existe otro centro importante de menor envergadura que puede confundirse con la OIF y que contribuye a la confirmación y protección de Haití como Estado, se trata del Centre de la Francophonie des Amériques, que es una institución creada en 2006 por el gobierno provincial de Quebec aquí en Canadá, tiene la responsabilidad de proteger la cultura e intereses francófonos a nivel nacional y en las Américas. Las atenciones especiales que propensa a Haití a nivel político y económico son considerables. Para ellos, Haïti est toujours vivante.
Es deber de nuestro servicio exterior y del gobierno, seguir trabajando estrechamente con esos organismos internacionales; pero recomendamos utilizar bien las estrategias del poder suave de la diplomacia pública para mantener a flote los asuntos de imagen país e intereses nacionales de República Dominicana.
Por otro lado, debemos mantener en cuenta un elemento que se nos podría escapar. Global Affairs Canada (cancillería canadiense) y Quai d’Orsay (cancillería francesa) ayudan regularmente a la cancillería haitiana a definir posiciones o a modificar las adoptadas durante ciertas negociaciones con Santo Domingo. El reconocimiento y apoyo internacional hacia Haití como Estado es firme. A ello se debe muchos de los repentinos e inexplicables cambios del Ministère des Affaires Etrangères et des Cultes de la République d’Haïti, frente a posiciones ya bien establecidas y negociadas con nuestra cancillería dominicana.
Por consiguiente, creemos que nada justifica, a que sigamos declarando a nuestros vecinos como Estado fallido o con epítetos semejantes, si ello implica afectar la reputación que hemos logrado internacionalmente como nación democrática, próspera y soberana. “Desconocer que ambos Estados, la República de Haití y la República Dominicana, permanecerán territorialmente unidas como siamesas, aunque con muchos propósitos y costumbres claramente adversas, es uno de los errores de percepción más graves que aún padecen muchos dominicanos”, es una afirmación que hemos venido escuchando reiteradamente entre la elite de la diáspora haitiana radicada en Francia y en Canadá, la cual nos parece importante compartir con el lector.
Sugerimos aquí pues, no un laissez-faire en las relaciones con Haití, sino más bien de conducirnos en mejores términos, evitando ruidos innecesarios, insertando una mejor comunicación estratégica de diplomacia pública frente a la incertidumbre e inesperados cambios de nuestros vecinos.