Un mundo con ya algo más de 8,000 millones de habitantes asusta. Parecería que nos encamináramos hacia un planeta en que no habría espacio para recorrer senderos en que no exista aglomeración humana, ni para percibir el perfume de las flores silvestres, escuchar el trino de la aves, ver el andar escurridizo de animales silvestres, y sentir el fluir de los hilos cristalinos de agua que brotan de los manantiales.
Aquel mundo en que las hermosas amapolas de la cordillera septentrional con su festival de colores encendidos de matiz mamey protagonizan un espectáculo sublime, tiende a diluirse por la expansión demográfica y la proliferación de distintas ocupaciones e intereses humanos.
Hay gente, mucha gente. Trastos, muchos trastos. La humanidad se enjambra en centros urbanos y deja espacios vacíos que mueren de tristeza pero que algún día se convertirán en refugio para quienes añoran una vida menos tensa y atribulada.
Hay lugares que concentran la población del planeta: La India, con 1,437 millones; China, 1,425 millones; Estados Unidos, 341; Indonesia, 279; Pakistán, 243; Nigeria, 227 millones; y Brasil, 204. Entre esas siete naciones tienen algo más de la mitad de la población del planeta, situada sobre todo en Asia.
Se han escrito libros sobre la propuesta de crecimiento cero de la economía mundial, como meta deseable para dar tregua al medio ambiente, agobiado por las presión que ejerce la humanidad sobre los recursos naturales. Es algo también relacionado con el calentamiento global, acelerado por prácticas inapropiadas del homo sapiens.
Ahora me encuentro con un artículo de un demógrafo español (Jesús Fernández Villaverde), titulado El colapso de la fertilidad humana, en el cual afirma que, contrario a lo que mucha gente piensa, la explosión demográfica que ha experimentado la humanidad se encamina hacia un colapso sin que sea por causa de epidemias, guerras o hambrunas, elementos fundamentales en la concepción malthusiana.
Afirma el demógrafo que “Si usted tiene menos de 50 años será probablemente testigo, en unas tres o cuatro décadas, de algo que ningún ser humano ha visto en los últimos 60.000 años: una caída sistemática y prolongada de la población humana…explicada por la reducción de la fertilidad”.
Dice que “el caso de China es revelador. Pasó de una tasa de natalidad en 1990 de 2.10 (después de diez años de la instauración de la política del hijo único), a una de 0.85 en 2020”. Y a partir de ese dato concluye “que la población (de China) descienda a unos 700 millones en unas décadas es perfectamente factible”.
Habrá que verlo y comprobarlo, porque la organización social está sujeta a muchas variables de comportamiento. Y lo verán, si es que ocurre así, quienes en ese entonces tengan aliento para verificarlo.
Lo que Fernández Villaverde plantea es una especie de hecatombe demográfica, que se extendería al resto de las naciones, en unas con mayor rapidez que en otras, en cuyo caso habría que hablar de un mundo semi vacío, en contraposición a otro en que se tiende al hacinamiento, como el actual.
Existen diferencias marcadas entre los latidos demográficos de los países. Pero la tendencia es clara. Unos irán delante y otros quedarán rezagados, pero se incorporarán a la senda común.
En el caso dominicano, si se asume que en 2023 nacieron alrededor de 165,000 personas y una esperanza de vida de 75 años, la población esperada dentro de varias décadas podría situarse aproximadamente en 12.4 millones, con tendencia primero a estancarse y después a bajar.
En esto influye no solo la reducción en la tasa de natalidad, sino también la mortalidad y el balance migratorio de entradas y salidas.
El panorama demográfico nuestro es complejo. En el vecino país de Haití hay una población con tasa de natalidad más alta, con necesidad de ocupar territorio, lo cual en la presencia de una caída de nuestra fertilidad deja espacio libre para que otros, sobre todo ellos debido a su cercanía geográfica, ocupen espacios desalojados.
La permisividad que existe en nuestro mercado laboral informal, junto a la insuficiencia del control inmigratorio, constituyen las herramientas más eficientes para que se produzca un proceso paulatino pero sistemático de sustitución de una población por otra, lo cual se facilita por la emigración de dominicanos al exterior. Eso es lo que ha estado y está ocurriendo.
La pregunta es si aún estamos a tiempo para remediarlo o se nos ha hecho tarde. El liderazgo nacional tiene ante sí el hecho y también la respuesta. b