En los Apuntes de Rosa Duarte leemos: “Juan Pablo nos dijo varias veces que el pensamiento de libertar su patria se lo hizo concebir el Capitán del buque español en donde iba para el Norte de América en compañía de Dn. P. Pujol; nos decía que, al otro día de embarcados, el capitán… le preguntó a él si no le daba pena decir que era haitiano. J. P. le contestó: yo soy dominicano; a lo que con desprecio le contestó el capitán: tú no tienes nombre, porque ni tú ni tus padres merecen tenerlo porque cobardes y serviles inclinan la cabeza bajo el yugo de sus esclavos.”
Todo estudioso de la obra política de Juan Pablo sabe que, para escribir sus Apuntes, Rosa utilizó documentos y manuscritos del archivo de Duarte. En el texto hay pasajes en los que ella se refiere a su hermano en tercera persona y otros en los que es el propio Duarte quien habla. Pues bien, tras rememorar el diálogo que en 1829 sostuvo con el capitán del buque en el que viajaba, Duarte hizo esta revelación:
“La vergüenza, la desesperación, que me causó tal confesión de que merecíamos ser tratados tan sin ninguna consideración me impidió pronunciar una palabra, pero juré en mi corazón no pensar ni ocuparse de proporcionarse los medios, sino de probarle al mundo entero que no tan solo teníamos un nombre propio, dominicanos, sino que nosotros (tan cruelmente vilipendiados) éramos dignos de llevarlo”.
El vocativo natural de los nacidos en la isla de Santo Domingo es “dominicano”, gentilicio que comenzó a usarse en el siglo XVII y gradualmente arraigó en la cultura y toponimia criollas. En un viejo Romance, según refiere el banilejo Luis José Peguero en su Historia de la conquista de la isla Española de Santo Domingo, trasumptada el año de 1762, se hablaba de “que los valientes dominicanos han sabido defender su isla Española.
Nuestro gentilicio comenzó a popularizarse en los albores del siglo XIX. Ya en 1821 aparece consignado en la Declaratoria de independencia del pueblo dominicano, de José Núñez de Cáceres, adquiriendo mayor fuerza y contundencia durante la dominación haitiana, como forma natural de establecer diferencias de carácter étnico y cultural con el dominador, que prefería llamar “hispano haitianos” a nuestros antepasados.
Duarte fue el primero de su generación en reivindicar el uso del gentilicio dominicano. Cuando decidió fundar La Trinitaria afirmó: “Entre los dominicanos y los haitianos no es posible una fusión. ¡No, mil veces! ¡No más dominación! ¡Viva la República Dominicana!”. Y en el Proyecto de Ley Fundamental, que escribió entre marzo y julio de 1844, utilizó las nociones de “pueblo” y “nación”, al igual que el gentilicio; y se refirió “al pueblo dominicano”, a la “nación dominicana”, a la “Patria” y a su país, “Santo Domingo”.
La independencia nacional, escribió Duarte, es la “ley suprema del pueblo dominicano” cuya existencia política “es y será siempre… libre e independiente de toda dominación, protectorado, intervención e influencia extranjera.