Desde el siete de octubre a la fecha hay tres meses y treinta mil muertos. Fue el inicio de la ofensiva israelí en Gaza en respuesta a los ataques terroristas de Hamas, un punto de inflexión en el caldeado rincón del Orienta Medio donde se ubica la Tierra Santa, cuna de las religiones monoteístas enraizadas con Abraham.
Cada día se dificulta avizorar una solución a un problema que se pierde en el tiempo y que ha separado a dos pueblos con el mismo origen geográfico. He ahí una de las razones de la separación entre judíos y palestinos.
El presidente JBiden propuso recientemente un plan de paz que hizo agua inmediatamente. Se proponía restablecer la influencia perdida por Estados Unidos en la región, contener a Irán, garantizar la seguridad de Israel mediante una alianza con Arabia Saudita y fomentar la creación de un estado palestino. El premier israelí Benjamín Netanyahu ha sido categórico en su rechazo a la solución de los dos estados, condición indispensable para que los saudíes negocien. Tampoco ha bajado la guardia frente a las presiones europeas para un cese al fuego en Gaza. Por el contrario, la liberación de los rehenes argentinos en manos de Hamas, en una operación sangrienta que se saldó con 67 muertos, se ve como la antesala de la intensificación de las operaciones militares en el sur del territorio palestino.
Se plantea la posibilidad impensable de que Estados Unidos suspenda la ayuda militar a Israel como forma de presión para que acepte la propuesta de los dos estados, respaldada mayoritariamente por las Naciones Unidas. Se sugiere que la Unión Europea condicione los acuerdos económicos preferenciales al cumplimiento de las resoluciones de la ONU para poner fin a la ocupación de los territorios palestinos.
La atención mundial se ha centrado en lo que ocurre en Gaza, no tanto así en el otro lado del Jordán. Israel ha desatado allí medidas represivas extremas, seguidas por acciones violentas protagonizadas por los colonos judíos. Los asentamientos en Cisjordania, junto con la destrucción en Gaza, dificultan la creación de un estado viable. Se han establecido 279 asentamientos con 700,000 colonos en esa área y en el Este de Jerusalén durante cinco décadas de ocupación militar israelí.
Las simpatías hacia Israel merman en la medida en que entre sus aliados calan las imágenes de destrucción y atropellos que ejecutan los soldados. Una masacre ha hecho olvidar a la otra, la de los terroristas de Hamas. El futuro de Gaza tras el fin de la guerra es una incógnita. Además de las numerosas muertes y la destrucción completa de la infraestructura, surge la pregunta de quién financiará la reconstrucción y qué papel desempeñará Israel en esa porción de la Tierra Santa.