Hace años ya que el presidente Luis Abinader ha clamado a los cuatro vientos la urgencia por la crisis deHaití, un país cada vez más deteriorado y controlado por pandillas, con un primer ministro que nadie eligió y la memoria de otro que fue asesinado por tratar de hacer las cosas algo mejor.
Pero el grito de Abinader se ha quedado en el vacío y ayer nos dio otra versión, una casi resignada por la apatía de una comunidad internacional que ha demostrado que no le importa lo que pase en Haití.
“Nuestra consigna de hoy en adelante será: o luchamos juntos para salvar a Haití o lucharemos solos para proteger a la República Dominicana”, dijo Abinader en su intervención ante el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.
Sus palabras reflejan hartazgo, la impotencia de ver cómo se deteriora consistentemente la situación de los vecinos sin que nadie mueva un dedo para evitar que suceda.
Hoy Haití enfrenta el destino de caer en manos de un exconvicto por narcotráfico que pretende liderar su “revolución”.
Por lo visto, a la RepúblicaDominicana, como bien dijo Abinader, le tocará luchar para evitar ser arrastrada por sus colindantes.