Era la primera vez que la soberana, de 95 años, aclaraba ese punto, pues hasta entonces se especulaba con que la segunda esposa del heredero podría ser solo princesa.
Pero ante todo, era la aceptación “real” y pública de la persona que en su día fue calificada como “la mujer más odiada de Gran Bretaña”, como protagonista de uno de los capítulos más controvertidos de la casa Windsor, que hizo tambalear los mismos cimientos de la monarquía británica.
Del amor de juventud al «matrimonio a tres»
Nacida Camilla Rosemary Shans (Londres, 1947), su padre era oficial del Ejército, perteneciente a la pequeña nobleza, y su abuelo, tercer Barón de Ashcombe.
Conoció a Carlos en un partido de polo en 1970, durante el cual, ella, muy locuaz, parece que le comentó al heredero. ¿Sabía que su tatarabuelo el rey Eduardo VII fue amante de mi bisabuela Alice Keppel?
La atracción fue mutua y la pareja empezó entonces una relación que no tardó en verse interrumpida tras la poca aceptación con la que contó por parte de la Familia Real inglesa, inmersa ya en la búsqueda de una pareja para el primogénito.
Excluida de la baraja, Camila se casó entonces con el oficial Andrew Henry Parker Bowles, con el que tuvo dos hijos, y Carlos con la que se supone reunía todos los requisitos para convertirse en futura reina de Inglaterra, la joven Diana Spencer.
Sin embargo, parece que la pareja Carlos-Camila nunca llegó a romperse.
Fue la propia Diana la que en una entrevista confesó años después que su matrimonio “siempre había sido de tres personas”, algo inédito por parte de una princesa, y de una sociedad, la inglesa, que no tardó en posicionarse del lado de la dulce Lady Di, cuya figura comenzaba a acrecentarse.
Se iniciaban, por el contrario, los peores años para “Rottweiler”, el apodo con el que Diana bautizó a Camila como saboteadora de su matrimonio.
Vilipendiada por la prensa, todavía le esperaba sin embargo el duro golpe de la muerte en accidente de Lady Di, en 1997, que santificó definitivamente a la guapa princesa y demonizó a la que parecía jamás tendría cabida en la historia de la regia familia.
El largo camino hacia la aceptación
Divorciada Camila y viudo Carlos, la pareja continuó su romance, siempre dentro de la más absoluta discreción, la única baza con la que contaban para demostrar al mundo la verdad de su relación, algo que no iba a ser fácil.
La sombra de la Princesa de Gales, aclamada como “Princesa del Pueblo”, era “muy alargada” y la monarquía vivía sus horas más bajas, por lo que cualquier equivocación habría pesado mucho sobre la pareja.
La prueba de fuego llegó en 2005 cuando ambos contrajeron matrimonio en una sencilla ceremonia civil, celebrada en el ayuntamiento de Windsor, no muy lejos de aquel club de polo donde se había producido el «flechazo», treinta y cinco largos años antes.
Al enlace no acudió la reina, pero sí los hijos de Carlos, para los que tampoco había sido fácil la situación, lo que evidenció que algo estaba cambiando.
El paso del tiempo ha jugado a su favor. Durante años, la pareja ha demostrado con creces que la suya es una unión sólida. Y Camila se ha ido ganando, con su discreción y, dicen “simpatía”, el corazón de los británicos que hoy parecen haberla «perdonado» y aceptado como la pareja adecuada para el futuro soberano del Reino Unido.
Lo que nadie duda tampoco es que el reinado de Carlos y su consorte será corto y que el futuro se llama ya Guillermo-Kate.
Pero mientras tanto, Camila habrá dejado de ser “la otra” para convertirse en reina consorte, la mejor herencia que podría haberle dejado “Her Majesty, the Queen Elizabeth”. ¿O no? La historia dirá.