En muchos lugares del mundo van quedando pueblos y zonas rurales vacíos, a causa de los ajustes socioeconómicos que mueven los flujos humanos; en otros las aglomeraciones rebasan los límites de tolerancia para sustentar una vida llevadera; y en algunos más las expectativas favorables abren camino al asentamiento de núcleos poblacionales.
En el país está ocurriendo una transformación notable en el área de Punta Cana. De tierra vacía, rural e inculta como era apenas varios decenios atrás, se encamina hacia la conversión en poblada, urbana, sofisticada, impulsada por el choque externo positivo de llegada de turistas y por las inversiones y negocios correlativos que lo acompañan.
En 2023 al país viajaron por avión 8,058,671 de turistas (no residentes), de los cuales 4,626,697 arribaron por Punta Cana (57.4% del total), mientras que 2,001,906 lo hicieron por Las Américas (24.8%), y el resto, o sea 1,430,068 (17.7%), llegaron por los demás aeropuertos. Si agregamos las salidas, el número se multiplica aproximadamente por dos.
Se estima que en 2023 el flujo de turistas que llegó y salió de Punta Cana, generó ingresos por más de US$6,000 millones por consumos efectuados básicamente en la región, que repercuten en el resto del país (demandas asociadas).
Este impacto modifica la tendencia a la inercia y la convierte en impulso dinámico, cuyos efectos se multiplican por la cohorte de negocios y de inversiones que se agregan para aprovechar las oportunidades que surgen de ese conglomerado con capacidad y deseos de consumo. A lo estrictamente económico se agregan expresiones culturales en ambas vías.
Estuve hace un año en Punta Cana para asistir al carnaval, manifestación que se consolida con ya 16 años de celebración. Acabo de estar de nuevo por la misma razón. Y en ese corto período observo cambios notables.
Los grandes centros comerciales, financieros y otros negocios recién construidos en escala similar a los que existen en ciudades tan pobladas como Santo Domingo, evidencian que el olfato empresarial espera la reafirmación y multiplicación en esa región de una demanda de consumo fuerte, que seguirá expandiéndose con vigor.
Punta Cana, Cap Cana, Bávaro y todo su entorno se encaminan, ante la mirada atónita de muchos, a convertirse en metrópoli, a una velocidad que nadie imaginó.
Hay pequeños asentamientos bien organizados como Punta Cana Village, que crecen por encima de lo esperado. Hay otros desorganizados como Verón, que se expanden a alta velocidad. Lo mismo ocurre con Bávaro y con las aglomeraciones poblacionales cercanas.
Junto con el frenético proceso de inversiones en hoteles, apartamentos, urbanizaciones, centros comerciales, industrias, negocios de toda índole, coexiste una demanda de todo tipo de servicios.
Muchos extranjeros se han instalado allí porque encuentran campo fértil para el desarrollo de su emprendimiento (importación de cerebros), al igual que dominicanos que mudan su residencia para aprovechar las oportunidades que brotan.
Allí hay espacio para albergar colectividades, incluyendo aquellas de países desarrollados que buscan un retiro que las resguarde de temperaturas frías, pero que requieren de tranquilidad, seguridad, asistencia sanitaria, entretenimientos sanos, ambiente sin ruido ni escándalos.
Es palpable la percepción de que se está construyendo algo con futuro promisorio, conectado directamente con el mundo desarrollado, del cual se retroalimenta.
Lo que está ocurriendo es buena noticia; sus efectos benéficos se sienten en todo el país por las demandas verticales y horizontales que se generan. De alguna manera, hace recordar el desplazamiento fugaz de estadounidenses hacia el oeste en busca de la tierra prometida. Al igual que en ese caso hay que tratar de orientar el proceso para minimizar sus efectos negativos.
Todo lo humano es susceptible de ser mejorado. La velocidad del crecimiento económico de la zona está causando cuellos de botella que podrían convertirse en desagradables e irritantes.
Urge ordenar el territorio. Tal vez se requiera crear una autoridad regional mixta que supervise el proceso, dotada de capacidad de ejecución, pues los niveles de autoridad locales no lucen estar preparados para enfrentar los grandes retos creados por la expansión tan rápida de la zona.
Se requiere ejecutar en el momento oportuno las obras de infraestructuras de calidad que se correspondan con la importancia económica del lugar. Proveer con eficacia los servicios básicos. Situar negocios e industrias en lugares distintos a las residencias y apartamentos. Adecuar el tamaño de las calles y caminos. Garantizar aceras a los caminantes. impedir taponamientos en las vías. Orientar el tráfico. Controlar la circulación de vehículos pesados. Evitar la contaminación sónica. Establecer la presencia visible de agentes de tránsito y de seguridad. Iluminar vías y sitios públicos. Reducir la inmigración ilegal.
En fin, se necesita organizar el desenvolvimiento de la vida cotidiana para poder seguir atrayendo los flujos de visitantes que motorizan el ciclo económico.
Se estima que en 2023 el flujo de turistas que llegó y salió de Punta Cana, generó ingresos por más de US$6,000 millones por consumos efectuados básicamente en la región, que repercuten en el resto del país (demandas asociadas).