Las encuestas constituyen una poderosa herramienta en los estudios académicos de las ciencias sociales y en las investigaciones aplicadas que se emplean para la medición de patrones de conducta y tendencias entre segmentos de la población. Sirven para determinar perfiles de los consumidores potenciales de un producto o servicio y levantar temas relevantes de la agenda pública. Para evaluar el desempeño de empleados y ejecutivos en empresas privadas e instituciones gubernamentales. Así como para establecer las preferencias de los electores durante una campaña.
En este último caso, son instrumentos útiles de medición sistemática para los estrategas que dan seguimiento (tracking) a la competencia entre candidatos y partidos. De este modo, permiten identificar temas claves y diseñar ofertas atractivas para grupos específicos de electores, detectar debilidades y fortalezas de los contendores, creando por vía del marketing publicitario imágenes que generen empatía entre candidato y elector, para así persuadirlo y captar su voto.
La solvencia ganada por las encuestas como medio de predicción del comportamiento electoral real que se expresa finalmente en las urnas, ha motivado a medios de comunicación a contratar los servicios de firmas encuestadoras de prestigio a fin de monitorear la evolución de las campañas y divulgar sus resultados. Con lo cual, las mismas contribuyen a la formación de la opinión pública e inciden notoriamente en las expectativas preferenciales de los electores. Así, en el escenario dominicano de los últimos procesos electorales, hemos contado con la concurrencia de dos tipos de encuestas: las asociadas a partidos y candidatos, cuyos resultados suelen divulgarse sólo a conveniencia y aquellas contratadas por los medios, reputadas más independientes y generalmente seriadas.
En el caso de las elecciones presidenciales del 2012, polarizadas por Hipólito Mejía y Danilo Medina, las de los medios fueron las más certeras. Así Greenberg/Diario Libre, Gallup/Hoy y Penn & Schoen/SIN, predijeron 51%, 50.6%, y 51%, respectivamente, para Danilo Medina, obteniendo éste 51.21% de los votos. Para Hipólito Mejía el pronóstico fue 46%, 44.6% y 46%, ubicándose finalmente la votación en 46.95%, casi un punto porcentual por encima.
¿Qué pasó con las encuestadoras alineadas con los candidatos? Benenson situó a DM en 52%, pero colocó a HM en 41%, mientras Sigma Dos marcó 53.7% para DM y 43.6% para HM. Ambas ligadas al candidato del PLD, subestimaron claramente al competidor. En la acera contraria, Zogby Analytics y Bendinxen, trabajando para el PRD, registraron a DM en 45% en sondeos realizados entre el 12-14 de mayo 2012, 6 puntos porcentuales por debajo de las urnas. Mientras HM figuraba con 50% y 52%, o sea, 3 y 5 puntos por encima de la votación. Justo en las elecciones más disputadas en nuestra historia democrática, como fueron las del 2012, cuando DM arrancó con 36% e HM con 56%, revirtiéndose esta brecha de 20 puntos.
Para las elecciones del 15 de mayo del 2016, que enfrentaron a Danilo Medina con Luís Abinader, Greenberg/Diario Libre realizó 3 encuestas, al igual que Gallup/Hoy y Mark Penn/SIN. De un total de 9, el promedio fue 58.89% a DM y 31.27 a LA. Si sólo tomáramos las últimas publicadas entre final de abril y el 11 de mayo por cada medio, G/DL 60-37, G/H 63-29, MP/SIN 62-28, el promedio daría 61.66 para DM y 31.33 para LA. Un margen de 30 puntos. Los resultados del voto fueron 61.74% DM y 34.98% LA, superando éste el estimado.
Si promediáramos las 8 encuestas de firmas reputadas asociadas al PLD, divulgadas desde febrero hasta mayo 2016 (Benenson, Expeditions Strategies, CID Latinoamérica, Asisa, Sigma Dos), tendríamos 60.8 para DM y 31.05 para LA, datos coincidentes con las encuestadoras de los medios. Pero si en vez de promediar la serie completa de 8 sólo lo hiciéramos con los últimos 4 sondeos de abril y mayo (Benenson, Expeditions Strategies, Sigma Dos y CID), las cifras serían: 64.65 DM y 28.95 LA. O sea, se incrementaría la brecha a 35.7 y se subestimaría a Abinader en 6 puntos. Proyectándose así un “efecto Tsunami” propagandístico a favor de Medina.
Las firmas asociadas en 2016 a la candidatura del PRM/Luis Abinader (la norteamericana Zogby Analytics, la dominicana Alfonso, Cabrera & Asociados y la mexicana Votia), publicaron 6 encuestas: 1, 2 y 3 respectivamente. Antes, en 2012, prestaron servicios al PRD/Hipólito Mejía-Luís Abinader, consultoras de solvencia profesional como el Centro Económico del Cibao que dirige Leonardo Aguilera, así como Ana María Acevedo, una meritoria experta en esta materia que trabajó para el partido blanco. Siendo presumible que tanto el PRM como el PLD hicieron estudios exclusivos para consumo interno. El promedio que arrojan las 6 encuestas referidas realizadas entre febrero y mayo del 2016 es de 48.85 para DM y 42.86 para LA. Con una brecha de sólo 6 puntos a favor de Medina.
El mayor peso en este balance estadístico lo tuvo la mexicana Votia, al aportar resultados de 3 sondeos telefónicos, una metodología también empleada por Newlink en el país, a diferencia del grueso de las firmas que aplican entrevistas presenciales a muestras que van de 1000 a 1200 electores –Gallup utiliza réplicas de boletas de la JCE y urna para depositar el voto. A partir de sus datos ofrecidos en el último boletín divulgado el jueves 12 de mayo, con resultados del sondeo telefónico efectuado entre el 7 y 10 de ese mes (47.3 DM versus 45.1 LA), el director de Votia Felipe Quintos declaró un “empate técnico” y proyectó la “inminencia” de una segunda vuelta.
Es obvio que Votia no sólo empleó una metodología diferente, sino que mostró unos datos que se desviaban significativamente de los que marcaban las demás encuestas, incluyendo la de Dorín Cabrera del 10 de abril 2016: 50.1 DM-42.9 LA. Antes, Cabrera, asesor de la estrategia de campaña de Abinader, había publicado el 10 de enero 2016 una relación 52.9 DM-40.7 LA, con diferencia de 12 puntos porcentuales.
Si procediéramos ahora a promediar los respectivos promedios de los dos grupos de firmas vinculadas al PLD y al PRM, a fin de neutralizar los sesgos que pudiesen registrar sus encuestas, obtendríamos 54.82 DM-36.95 LA, una brecha de casi 18 puntos. Si a su vez incorporáramos a este ejercicio de aproximación el promedio obtenido por los candidatos en las 9 encuestas realizadas por los medios de comunicación, el saldo sería 56.89 DM y 34.11 LA. Si a seguidas calculáramos cada uno de los 3 grupos de encuestadoras (medios de comunicación, PLD y PRM), el balance al promediar cada uno de los 3 promedios previos respectivos sería 56.18 DM y 35.06 LA. O sea, estaríamos frente a un margen de ventaja de 21 puntos porcentuales.
Ese ejercicio fue el que realicé para las elecciones del 2012, las del 2016 y 2020, ante la “guerra de encuestas”, desagregando resultados, a fin de afinar la puntería en cuanto a aprovechar el valor de este instrumento de predicción de la intención del voto y el saldo de las urnas. Sabedor de que se cuecen habas en el negocio que hoy representan las campañas desarrolladas a galope de la afluente industria electoral, casi merecedora de la habilitación de una Cuenta Satélite similar a las de turismo y la industria cultural del Banco Central, para medir su aporte al PIB.
Conviene consignar que las encuestas no son infalibles, por más escrupulosas que sean las metodologías empleadas para garantizar el cumplimiento de los criterios de representatividad y confiabilidad de sus resultados. Al cuidar la selección de la muestra, el diseño del cuestionario, el entrenamiento del personal de campo y su supervisión efectiva, el programa de codificación y tabulación de los datos, el análisis de los mismos y su presentación bajo pautas de objetividad y claridad conceptual. Cada sondeo electoral es per se una foto del momento, captada en el marco de un proceso dinámico, cambiante, sometido a una competencia regularmente fiera, porque se disputa el poder revestido de todas sus facetas beatíficas y diabólicas.
Aún aquellos políticos que en algún momento han declarado no creer en las encuestas –como decía Balaguer pese a auxiliarse a hurtadillas de los excelentes servicios pioneros en este campo de la firma Lozano & Asociados, dirigida por mi entrañable fraterno Rafael Lozano-, buscan encontrar en sus datos pautas para definir estrategias, detectar errores y corregir rumbo. Para derramar, como miel sobre hojuela, el dulzor de las ofertas complacientes y orillar las ácidas. Para atacar al contrario en sus puntos flacos y sacar ventaja. Y cuando los numeritos los favorecen, apelar a ellos, flamearlos como bandera de triunfo, animando a los electores vacilantes a subirse al “carro de la victoria”, al vagón de los celebrantes.
Pero no basta con disponer de buenas encuestas. Los políticos de raza saben que necesitan una maquinaria partidaria estructurada con activistas motivados, alianzas convenientes, auxilio del sector externo, apoyo financiero. Objetivos claros y estrategia consonante. Publicidad inteligente y segmentada que llegue y genere empatía. Plan de medios. Programa de contactos directos con grupos claves. Calendario de movilización y acciones de campaña de los candidatos.
Todo ello empaquetado en propuestas atractivas que enamoren a la gente que acudirá a las urnas. Para lo cual hay que garantizar que las simpatías se traduzcan en votos. De ahí la logística el día de las elecciones, transporte, dietas, padroncillos para los supervisores. Delegados de mesa que defenderán el voto en el colegio. Centro de cómputos espejo propio. Gente en la JCE. Bancada de abogados lista para el TSE. Todo eso y mucho más, porque la prensa importa, los observadores y la comunidad internacional, para legitimar.
Pero volviendo a nuestro tema, el de la fiabilidad de las encuestas como herramienta de predicción, mi truco es tomarlas en serio y buscar la verdad en el promedio que marca la tendencia. Algo así como decir –parodiando a mi veterano apreciado colega “chileno” Rafelito Acevedo, el de la prestigiosa Gallup, por demás un gran creyente- que en esta materia, Dios se encuentra en el promedio.