Monseñor Juan Félix Pepén Solimán se preparaba en la noche del miércoles 20 de enero de 1960 para oficiar la misa previa a la festividad de Nuestra Señora de la Altagracia al día siguiente, en el antiguo santuario que databa de 1572, considerado el primer templo dedicado a la Virgen María en América.
Pepén era el obispo inaugural de la diócesis de Higüey, ciudad donde había nacido en 1920, iniciando en 1954 el proceso de construcción de la Basílica que tardó diecisiete años en concluirse. Una semana después de aquel 20 de enero cumpliría cuarenta años de edad.
Al terminar el oficio religioso, mientras bendecía y saludaba a la multitud reunida en aquel templo pequeño y en la plaza aledaña, un joven se le acercó de forma muy discreta y confiado en la sensatez y discreción del prelado le solicitó, sin rodeos, que le diese refugio porque era perseguido por los agentes de la dictadura de Rafael L. Trujillo.
El joven obispo se sintió perturbado por la petición y dudó de las reales pretensiones del joven, toda vez que la dictadura estaba acostumbrada a enviar a sus calieses para tender trampas con falsas intenciones. El joven le dijo que era sobrino del padre Llauger, un conocido sacerdote de Moca, quien seguramente le había enviado donde el prelado de mayor confianza y seguridad, toda vez que habían sido compañeros en el seminario y conocía de su seriedad y dedicación sacerdotal.
Hipólito Medina Llauger, el joven en cuestión, le explicó rápidamente a Pepén que él también había sido seminarista y que era militante del movimiento 14 de junio que se había fundado meses atrás, luego de la expedición guerrillera de 1959. Como ex seminarista Medina Llauger estaba implicado en la conjura contra el régimen trujillista que había sido descubierto pocas semanas antes, siendo miembro del grupo Acción Clero Cultural, dirigido por otro sacerdote mocano, el padre Daniel Cruz Inoa, nativo de Villa Trina, y en el cual participaron activamente sacerdotes como el padre Vinicio Disla y estudiantes para el sacerdocio como Nicolás de Jesús López Rodríguez, Jesús María de Jesús Moya y el mocano Mariano García Cepeda (Marién), aleccionados por el padre Juan Antonio Abreu y monseñor Luis Federico Henríquez, quien fuera asistente del combativo obispo vegano Francisco Panal. Los jóvenes se habían incorporado, vía el padre Cruz Inoa, en una reunión celebrada en Salcedo con Manolo Tavárez Justo y Minerva Mirabal, al movimiento clandestino 14 de junio, previo contacto con integrantes de ese conglomerado de resistencia como Rafael -Fafa- Taveras, Luis Gómez Pérez y Julio Escoto Santana. Constituyeron, como afirma Roberto Cassá, el “ala católica” del 14 de junio. De hecho, en el seminario -ubicado donde se encuentra hoy el recinto Santo Tomás de Aquino de la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra- existía una célula conspirativa que había sido descubierta por la seguridad de la dictadura, cuando entre sacerdotes y seminaristas se planteó la necesidad de que la juventud se incorporara a la lucha contra Trujillo, como hicieron los combatientes de lo que luego se denominaría la Raza Inmortal de junio de 1959, según relato de monseñor Ramón Benito de la Rosa y Carpio, seminarista también para la época. Justamente el día en que Medina Llauger buscaba refugio en Higüey a través de monseñor Pepén, las huestes de Johnny Abbes García habían apresado en plena misa oficiada en la iglesia Santa Rosa de Lima, de La Romana, a su compañero de seminario Luis Gónzalez Peña, Papilín, quien fuera asesinado luego en el centro de torturas La 40, al igual que Marién García. Un diplomático, de larga data, quien falleciera justo por estos días, Ciro Amaury Dargam Cruz, preso en La 40 por ser también miembro del movimiento 14 de junio, ofreció una versión detallada del asesinato de Papilín. Dargam Cruz fue sometido a la justicia por la dictadura junto a Manolo Tavárez y Papilín, pero resultó absuelto y pudo llevar a cabo una encomienda que le hizo Manolo en la cárcel de La Victoria, una vez fue liberado.
Monseñor Pepén llamó telefónicamente al padre Llauger para comprobar que Hipólito era su sobrino y decirle que ya le había dado refugio en su obispado. Esperó que pasaran los fastos eclesiásticos del día siguiente, 21 de enero, y el 22, bien temprano en la mañana, salió hacia Ciudad Trujillo para comunicar lo sucedido al nuncio Lino Zanini. No se lo comunicó a más nadie. La Iglesia se encontraba en ese tiempo dividida entre sacerdotes contrarios al régimen y otros que eran parte de la “sumisión bien pagada” de la que dio cuenta en formidable documento el jesuita José Luis Sáez. Pepén tenía que ser prudente y sabio, y el nuncio ya tenía claro cuál era su rol en las relaciones con la dictadura, desde cuando al presentar sus credenciales en octubre de 1959 se abstuvo, como era costumbre, de loar al Generalísimo. “Esto no puede seguir así. La Iglesia tiene que levantar su voz y hablar claro. No hay tiempo que perder”, fueron las palabras del representante del Vaticano cuando conoció el caso de Medina Llauger. Instruyó a Pepén para que preparara el borrador de un documento eclesial de protesta y se lo entregase temprano al día siguiente. Pepén cumplió con su cometido, pero Zanini encontró flojo el texto. “Hay que llegar más lejos. Hay que denunciar las violaciones a los derechos humanos y reclamar un cambio a esta situación”, le dijo el nuncio a Pepén. Le recomendó buscar ayuda en una persona competente y de confianza. Al día siguiente, Pepén llegó a la Nunciatura con la carta pastoral que había escrito otro sacerdote que se haría célebre por su oratoria denunciadora de males y su calidad como historiador. Siempre se creyó y se dijo que había sido Pepén el autor, hasta que el prelado higüeyano reveló, muchos años después, que quien escribió la pastoral que fue leída en todas las iglesias del país el último domingo de enero de aquel 1960 fue fray Vicente Rubio.
Cinco, y no uno ni dos, fueron los componentes que dieron al traste con la dictadura trujillista. La expedición de junio de 1959 y las torturas y asesinatos de la mayoría de los expedicionarios. El asesinato de las hermanas Mirabal y su chófer Rufino de la Cruz. El descubrimiento del movimiento de resistencia del 14 de junio en enero de 1960. La fuerte batalla de la iglesia Católica de los tedeums y los hosannas, que cambió radicalmente su rumbo colaboracionista gracias al coraje de sacerdotes, seminaristas y laicos comprometidos. Y, el corolario de estos sucesos fundamentales, la noche de autos del 30 de mayo de 1961, hecho que se gestaba desde hacía más de un año.
La Carta Pastoral fue pieza clave, porque ella engendró una cadena de acciones, dentro y fuera del país, en pleno pontificado de Juan XXIII -quien alentó este cambio, enviando a Santo Domingo a Lino Zanini- que fue determinante en el nuevo rumbo de la realidad dominicana. Y esa Carta Pastoral fue producto del cobijo buscado por el mocano Hipólito Medina Llauger durante la fiesta altagraciana, en la sotana ilustre de monseñor Pepén, un dato relevante no conocido hasta hoy.
El hecho, aquí recreado, es parte del amplio contenido de revelaciones, acompañado de agudas reflexiones y pormenorizada documentación, labor intelectual realizada con fidelidad y seriedad investigativa, del libro “Disputas de Trujillo con la Iglesia Católica”, del escritor sanjuanero Edgar Valenzuela, probablemente el texto de historia contemporánea más importante publicado el pasado año. Un libro de imprescindible conocimiento y valor para conocer tantos sucesos (y sainetes típicos de la dictadura), como los protagonizados por Radio Caribe y sus principales cabezas, así como las persecuciones detalladas contra los obispos Panal y Reilly.
(Medina Llauger logró salir del país, ayudado por la Iglesia, y fue a estudiar en la escuela política de San José de Coronado, en Costa Rica, donde al mediodía del 31 de mayo de 1961 llegó corriendo al comedor del recinto para informar al profesor Juan Bosch y a los docentes y compañeros de estudio, que Trujillo había sido ajusticiado la noche anterior. Cuando los estudiantes de ese centro de educación política salieron a festejar en la principal plaza de San José de Costa Rica, en la que pudo haber sido la primera manifestación celebrativa del acontecimiento que cerraba el oscuro periodo de los treinta y un años de dictadura, Hipólito Medina Llauger iba al frente del grupo junto al profesor Bosch y el líder costarricense José Figueres. En su gobierno, Bosch nombraría a Medina Llauger subdirector de Deportes, acompañando a quien fuera entonces su director, Bienvenido Hazim Egel, también exiliado antitrujillista. Fue el hijo mayor de don Marcelino Medina y doña Olivia Llauger, personas muy apreciadas en la sociedad mocana. Su familia residía en la esquina de las calles José María Michel y Salcedo, justo frente a la residencia del doctor Antonio García Vásquez, cerebro de la conjura del 30 de mayo, padre del economista y escritor Eduardo García Michel. Medina Llauger se graduó de abogado y falleció, de un síncope cardíaco, el 4 de diciembre de 2012, cincuenta y dos años después de los acontecimientos que aquí se narran, sin ufanarse nunca de los episodios históricos de su vida).
En el 64º aniversario el próximo jueves 25 de la Carta Pastoral en ocasión de la fiesta de Nuestra Señora de la Altagracia, firmada por Ricardo Pittini, Octavio A. Beras, Hugo E. Polanco Brito, Francisco Panal, Juan F. Pepén y Tomás F. Reilly.
Sugerimos la lectura de “Disputas de Trujillo con la Iglesia Católica”, Edgar Valenzuela; AGN, 2023; 444 págs.
-
DISPUTAS DE TRUJILLO CON LA IGLESIA CATÓLICA
Edgar Valenzuela, Archivo General de la Nación, 2023, 444 págs. Libro que analiza y revela toda la lucha librada por la Iglesia en el enfrentamiento contra el tirano en los últimos dos años de su cruel mandato.
-
RADIO CARIBE EN LA ERA DE TRUJILLO
Lipe Collado, Editora Collado, 2008, 318 págs. Primer libro que develó las características de la emisora que combatió sin frenos a la Iglesia Católica. El texto de Valenzuela amplía esa investigación y destaca, con pelos y señales, a los responsables.
-
DOCUMENTOS DE LA CONFERENCIA DEL EPISCOPADO DOMINICANO (1955-1990)
Colección Quinto Centenario, 1990, 736 págs. Se encuentra aquí la famosa Carta Pastoral del 25 de enero de 1960, junto a otros documentos y la segunda carta pastoral de la Cuaresma de ese mismo año.
-
LA ERA DE TRUJILLO NARRACIONES DE DON CUCHO
Virgilio Álvarez Pina, Editora Corripio, 2008, 271 págs. Las memorias de uno de los hombres de mayor intimidad y confianza del dictador, nunca involucrado en hechos bochornosos, y quien ocupaba la Secretaría de Cultos cuando fue conocida la Carta Pastoral.
-
FRAY VICENTE RUBIO, O.P.
Mons. Rafael Bello Peguero (Editor), Serie Hombres de Iglesia, Amigo del Hogar, 2007, 75 págs. Textos de José Luis Sáez, Francisco José Arnaiz, Raymundo González, María Ugarte y Ángela Peña, se reúnen para rendir homenaje al famoso fraile de la Orden de los Predicadores (dominicos), autor de la Carta Pastoral.