Durante agosto y septiembre del año pasado, nuestra tierra vivió unas temporadas intensas. Había mucho calor en la isla de Colón, y era cierto que la gente lo expresaba en redes sociales. La explicación cayó como por arte de magia: la subida de las temperaturas se debía al cambio climático. Una gran parte de la prensa del mundo hablaba de huracanes, –un ejemplo de ello es Otis en México–, de olas de calor, y de todo lo que algunos podrán catalogar de caos meteorológico.
Se dieron las cifras del incremento del calentamiento del planeta. Se nos explicaba que el 2023 fue el tercer año más cálido hasta la fecha con 0,43 C por encima de la media reciente y la temperatura media mundial en julio se situó 1,5 C “por encima de los niveles preindustriales”. En nuestro país lo sentimos con un sol intenso: sentíamos que estábamos en la playa. En algunos meses, tenemos mucha lluvia y en otros, mucho calor.
Claro está: en películas de jólivu hay desastres mayores. Solo tenemos que ver la recordada La Tormenta Perfecta donde el divertimento está en los efectos especiales. Entre otros, un atractivo de esta película es que actúan George Clooney y una hermosísima Diane Lane.
A inicios de año, con mochila al hombro, algunos se fueron a las montañas. En todas estas regiones, como si se tratara de una Alaska en miniatura, sin tanta potencia, el frío reina como único soberano: auguraban nieve en Valle Nuevo. Tomaron fotos del rocío y de la escarcha que quedaba esparcida en los cristales de los automóviles. Vigilaban con sumo entusiasmo –y cámara en mano– lo que sucedía en las hojas de los árboles. Esperaban que los copos de nieve cayeran del cielo para entonces iniciar una fiesta “como coribantes que posee la divinidad” para decirlo con palabras de El Inmortal de Jorge Luis Borges.
Como si lo hubieran planificado mucho tiempo atrás, pusieron las casas de campaña en el lugar exacto. Sacaron los termómetros para calcular los vaivenes del clima –hacíamos esto en la infancia–, y calcularon que tal o cual hora, sería la más fría. Quizá tenían algún inventario de temperaturas más bajas en otros períodos. Para tal asunto habrían ido a las oficinas de la Onamet. Intentaban que les dijeran que en tal fecha, como dicen los registros históricos, se reportaron en Constanza y en Valle Nuevo temperaturas bajísimas, lo que para ellos resulta gasolina, meta esencial y motivo de júbilo.
Calcularon que en tal hora del amanecer, los dioses estarían más propensos a enviar nubes que en este caso no estarían armadas de la simple lluvia –la que por sí sola es una maravilla–, sino de los copos verdaderos. Permanecieron atentos hora tras hora y minuto tras minuto, a la espera de que algo más blanco se formara entre las nubes, algo que la naturaleza del medio recibiría con manos abiertas. La vegetación anunciaría el incremento del frío: “la escarcha se comienza a poner compacta”, habrán dicho. Quisieron decir: “señores, hace un frío de verdad”. “Seremos los primeros en captar la caída de la nieve”. “La noticia recorrerá el mundo”. “Nieve en Santo Domingo”, algo que no todo el mundo creería.
Habrán calculado las horas propicias para salir de las casas de campaña y mirar en los alrededores, a sabiendas que un cambio de temperatura podría producir efectos interesantes: incremento de la neblina y por qué no, hasta la aparición de un ave que anunciara nieve, como la paloma de Noé en el arca anunció que había tierra luego del diluvio de 40 días y 40 noches, según se explica en Génesis 8:8-12.
Armados de cámaras fotográficas, estos personajes habrían entendido que “algo grande” se produciría y los termómetros así lo anunciaban: apostaban a que la temperatura descendería a niveles históricos. Serían los primeros en anunciarlo a todos los medios –habrán hecho algún protocolo–, y habrán calculado que los registros históricos deberían incluir impresiones a modo de entrevista sobre el suceso, como si se tratara de un acontecimiento multitudinario o la llegada al Everest. “Estamos trasmitiendo desde un frío lugar de Constanza”, dirían en las redes sociales. “Esta mañana hemos visto caer los primeros copos”, sería la parte introductoria.
Para ellos, acampar no es nada del otro mundo. Son duchos en el menester de adentrarse en esta zona donde el frío es histórico. Lo mismo sienten los lugareños que, con algún cachimbo en los labios, le habrán dicho que la nieve existe si se espera, que todo es cuestión de tener paciencia. Algunos líderes les habrán dicho que los termómetros deben ser fieles y alguno dirá que una marca es más efectiva que otra. Lo mismo sucedería con los videos: se estimaba que tenían que tener cuidado con la información dada en las grabaciones. Estaba claro que lo mejor sería designar a uno del grupo para que dijera que era efectivo, que la temperatura había descendido a menos 2 bajo cero. En otros países, esto es un chiste y no lo podemos negar. Por esta razón, algunos piensan que es “una criollada más” eso de penetrar en el bosque húmedo que da al Pico para detectar el bajón de las temperaturas, armados de abrigos y del optimismo de grandes aventureros.
Hace solo una semana atrás, le envié este mensaje a una persona que vive en el extranjero con la salvedad: “es para que te rías un poco” porque está claro que es ahora cuando el hielo y las nevadas hacen su agosto en USA. Mantienen a la gente en un estado de desesperación: se sabe que algunos han tomado aviones para venir a lugares más cálidos. Una persona me dijo con claridad meridiana: “aquí hay gente que en cero grados anda en shorts y allá con 15 C, andan abrigados”.
En la otra mano, en las antípodas climatológicas (hablemos de fuego), muchos piensan que los incendios en California son históricos: ocurren desde los apaches –y mucho antes–, y no es nada nuevo. También es cierto: en época de Reagan había incendios. Thunberg no es la única que se preocupa por el medio ambiente, eso está claro. Sin embargo, en ella se compaginan la juventud con las ganas de decir “las cosas claras”. Es respetada en importantes cónclaves internacionales. No sabemos dónde pasó las celebraciones para darle la bienvenida al nuevo año.
Antes que llegue septiembre, está en nómina meterse en las páginas que tienen los modelos climatológicos. Así podrás entender de manera más correcta cómo funciona el fenómeno del niño. Todo esto tiene un sustrato existencial y ético: no podemos darnos el lujo de perder más vidas. Se llama precaución, estrategia y planificación, algo que nos permite otear en el horizonte. Buscamos las herramientas sobre cómo administrar una capital que ahora no es broma en su manejo: no solo nos preocupan los semáforos sino el agua que cae y hace inundaciones superbas.
No lo sabe nuestra amiga aunque se haya metido en algún periódico criollo y haya visto alguna foto del desbarajuste de nuestra ciudad primada, algo que seamos serios, no pasa en Argentina (Buenos Aires), D.F. (México), o Ciudad de Panamá. La gente está clara: lo que puede darle trama al asunto es un peligro que nadie desea. Está claro: los primeros meses del año tienen asuntos a los que hay que prestarle atención: el balance de la economía, por ejemplo y todo esto en un año de elecciones.
Como enseña nuestra historia reciente, los años electorales la gente tiene plena conciencia de que ir a votar es algo necesario. Ver el último gallo, el que no ha peleado, o ese otro que parece definirse como el ganador, es una técnica que dominaban perfectamente los candidatos de la era de la manigua, en épocas de Concho Primo. Era una época de huracanes, como la nuestra, pero no de tantas inundaciones. Asimismo, no solo menciona Greta su interés en un buen año para el movimiento que lidera en todo el mundo, sino para cada país con sus penurias o con sus logros.
En este sentido, puede decirse que las profecías que han hecho algunos, deben ser vistas como un agregado a todo el proceso. En el caso de los que esperaban la nieve en Valle Nuevo, nunca es tardía la esperanza de convertirnos en una Alaska cualquiera, aunque tengamos que esperar año tras año. En otras partes, como dijo el poeta Antonio Fernández Spencer: “la nieve seguirá cayendo”.