Sólo el ajedrez podría compararse con la política por su carácter imprevisible como corresponde a la interacción entre los miembros de una sociedad determinada o, mejor aún, entre los seres humanos que se reparten en los diferentes países del planeta. Tanto para el ajedrez como para la política hay manuales; sin embargo, esos manuales siempre serán perfectibles, porque tanto la política como el ajedrez, adolecen de límites.
La muerte es lo único que pone fuera de juego al político. El ajedrez es y parece que será siempre perfectible. Mientras respire el político siempre podrá, salvo impedimento jurídico o constitucional, participar, con o sin éxito, en la vida política de su país o del concierto de las naciones. Como no existen tesis sin ejemplos, son necesarias algunas ilustraciones para un año con un calendario electoral como anuncia el recién iniciado 2024.
Al día siguiente de la proclamación de Gonzalo Castillo como candidato del Partido de la Liberación Dominicana (PLD), en octubre de 2019, y de la renuncia de Leonel Fernández del PLD, hubo algunos turiferarios del entonces Presidente de la República, Danilo Medina, que, sin medir el grado de adulación de su entusiasmo, se aventuraron a proclamar urbi et orbi que Leonel Fernández no sería nunca más Presidente de la República. No es extraño que entre los paladines de esa “profecía” se encontraran algunos de los dirigentes del PLD que durante los tres mandatos de Leonel Fernández fueran importantes colaboradores o altos funcionarios de sus gobiernos. Así es la política y los ejemplos en nuestra historia reciente abundan.
A la muerte de Trujillo, el 30 de mayo de 1961, el presidente de la República era Joaquín Balaguer que no solo permitió la entrada de la comisión del PRD el 5 de julio de 1965 sino que disolvió en agosto de 1961 el Partido Dominicano, autorizó el regreso de Bosch y otros exiliados en octubre, expulsó del país a Ramfis y otros familiares del dictador en noviembre y, en diciembre de ese histórico año, restituyó a la Capital el histórico nombre Santo Domingo y enfrentó varios intentos de la oposición, liderada por la Unión Cívica Nacional (UCN), para derrocarlo bajo la consigna de “¡Libertad sin Balaguer!” obligándolo, en enero de 1962, a presidir un Consejo de Estado compuesto, entre otros, por connotados dirigentes de la UCN y miembros de la jerarquía católica dominicana y miembros del complot que dio al traste con la vida y el régimen de Trujillo. La presión de la UCN fue de tal envergadura que en marzo de ese año, dos meses más tarde de quedar constituido el Consejo de Estado, Balaguer optó por asilarse en la Nunciatura apostólica de Santo Domingo y, al concedérsele el salvo conducto de rigor, radicarse en Nueva York hasta su regreso a Santo Domingo en mayo de 1965, en medio de la guerra civil que había comenzado el 24 de abril de ese año.
Cuando Joaquín Balaguer salió de la Nunciatura para iniciar su exilio neoyorquino, salvo los que la intuición política les permitió ver que Balaguer tenía potencial político en República Dominicana pocos le siguieron cuando les propuso la fundación del Partido Reformista que, contrario a lo que se ha insinuado tantas veces, su doctrina no era la continuación del trujillismo sin Trujillo. Y así fue.
Apenas cuatro años y tres meses después de su salida de Santo Domingo en 1962, Balaguer sería elegido cinco veces Presidente de la República; primero en junio de 1966, unas elecciones vigiladas y “protegidas” por las tropas de intervención de las Fuerzas Interamericanas de Paz que lideraban los Estados Unidos. Su consigna: “¡el candidato de la paz!” tuvo éxito, pero hay que admitirlo, debía ser “el presidente de la post guerra” y de la Pax americana. Recordemos pues que José Andrés Álvarez Castellanos, autor de la consigna “¡Navidad sin Balaguer!”, escribe Balaguer en Memorias de un cortesano de la Era de Trujillo, fue uno de sus colaboradores más cercano en sus gobiernos (1966-1978), y el primer presidente de la Comisión Nacional de Desarrollo. Otros que habían pertenecido al Consejo de Estado en 1962, verbigracia, los héroes nacionales Luis Amiama Tió y el único sobreviviente del grupo de acción que ajustició a Trujillo en mayo de 1961, Antonio Imbert Barrera, sirvieron en los cinco gobiernos de Balaguer (1966-78 y 1986-96), el primero como secretario de Interior y Policía, así como embajador en España; el segundo en tanto secretario de las Fuerzas Armadas (1986-90), e igualmente administrador de la Rosario Manning dominicana.
Para el otoño de este incipiente y, esperemos, venturoso 2024, tenemos la presidenciales de Estados Unido y una probable victoria, a pesar de los obstáculos para que no pueda optar a la candidatura por el Partido Republicano, de Donald Trump. Los electores estadounidenses parecen haber olvidado que el expresidente Trump trató de impedir la juramentación de Joe Biden cuando centenas de sus seguidores asaltaron el Capitolio de Estados Unidos para impedir el solemne acto. Según los sondeos el vandalismo de enero de 2020 parece no afectar al precandidato Donald Trump. El político es un Fénix, mientras respire, no se dice “¡Nunca!”.
Al día siguiente de la proclamación de Gonzalo Castillo como candidato del Partido de la Liberación Dominicana (PLD), en octubre de 2019 y de la renuncia de Leonel Fernández del PLD, hubo algunos turiferarios del entonces Presidente de la República, Danilo Medina, que, sin medir el grado de adulación de su entusiasmo, se aventuraron a proclamar urbi et orbi que Leonel Fernández no sería nunca más Presidente de la República. No es extraño que entre los paladines de esa “profecía” se encontraran algunos de los dirigentes del PLD que durante los tres mandatos de Leonel Fernández fueran importantes colaboradores o altos funcionarios de sus gobiernos. Así es la política y los ejemplos en nuestra historia reciente abundan.