Ya en la recta final, 2023 muestra señales obvias de agotamiento. El mundo ¡oh sorpresa! no es mejor que cuando comenzó ni tenemos idea hacia dónde evoluciona o quién mueve los hilos. Si es que alguien lo hace…
Pero necesitamos una fecha de corte vital. Un punto desde el que recomenzar como si el 1 de enero fuera ese día con mando en plaza en el que todo debe ser reiniciado. Lo paradójico es que el año comienza para muchos con una resaca importante, así que lo de “este año me cuido y hago deporte” pasa directamente al 2 de enero.
Dejar de fumar sí respeta el pistoletazo de salida. Incluso puede llegar hasta el 3 de enero. Se sabe de casos, pocos, en los que la decisión ha durado dos semanas.
Ahorrar: ese definitivamente pasa a febrero o marzo. No por nada existe la llamada cuesta de enero. Hay pagar todos los extras cometidos durante el alegre diciembre.
Adelgazar: esta meta nos lleva a junio. Si arrancáramos una dieta saludable el 1 de enero (eso no es tan difícil) y respetáramos las reglas, hasta junio no se vería el resultado. No es un propósito de Año Nuevo muy agradecido…
Comprar una casa: puede usted proponérselo, pero con las tasas y los precios… mejor déjelo para otro año. Infligirse desilusiones uno mismo no es razonable. De eso se encarga el prójimo con bastante efectividad.
Ser mejor persona: ¿conoce a alguien que tenga eso en su lista?
Cambiar de trabajo: en un año electoral puede ser perfectamente realizable. Hay que ponerse donde el capitán le vea y si es motorista, además le regalarán un casco.
Boda: eso ya depende no solo de usted, debe ser un propósito compartido. No es tan fácil.
El 1 de enero es un constructo mental colectivo: necesitamos que lo malo del año 2023 termine y saber que lo que viene es mejor.