Hace ya bastante tiempo, me encontré en Samaná con una tienda de cigarros. No me había pasado en Santo Domingo donde me encontraba todos los días (casi todos los días), con un pasillo de vinos. Una comunicación por guasá vino a aclararme las cosas: me recomendaban tal vino desde California. Sinceramente que pensé entonces que yo no era fumador y me alegré por varias razones.
Había visto yo un documental –que ahora no encuentro en Netflix ni en YouTube–, donde un actor auspiciaba una gira por Napa Valley. Pensé claramente que ese actor era el mismito que aparecía en la serie Guardianes de la Bahía (pero no Hasselhoff). El tipo se había puesto su abrigo y había sido grabado mientras recomendaba que debías beber tal vino o tal otro. Gente cercana que ha ido al sitio –un gran viaje por California–, me dice que es inolvidable. En mis anaqueles, (en mis góndolas) aparecieron otros vinos: los de Rivera del Duero y un sinnúmero de estos que son muy recomendados en esta época del año. Otros me recomendaron una bebida más fuerte: me decían algunos cercanos. “Acuérdate la vez aquella del jumo en Boca Chica en una casa prestada”. Le decías a la chica: “que suba al camarote para que vea lo que es un hombre”. Hace tantos años de esta anécdota que parece ayer. Luego de entrar, la piscina pudo servir para quitarme “el jumo” de coñac Duque de Alba, una marca que nunca más he vuelto a ver en el mercado dominicano. Quizá la marca está descontinuada. Solo tengo que guglearlo.
En la cena, la gente comienza a preguntar qué tomará esa noche. Le preguntas al tipo y este te dice las opciones. En los pasillos de los supermercados tienes todas las variantes. Fue tanta la diversidad de opciones de cervezas importadas que solo tenías que elegir al azar o irte por otras probabilidades. Siempre que vas a esto tienes claro que la mejor fórmula es tomarlo con calma: el mundo no se acabará el 31, como le dije a alguien. “Si, pero me encanta ver los fuegos artificiales”. “En esa noche solo esperamos por los fuegos”, me decía una amiga de manera encandilada.
Los fuegos artificiales no tienen nada que ver con la bebida que elijas: “eso asigún”. Si sabes bien qué tomarás quizás no podrás ver en todo su despliegue –por eso de mantener la cabeza levantada–, todos los fuegos. ¿Qué compañía se encarga ahora de distribuir los fuegos entre las empresas que gastan un dineral en esto? En Estados Unidos, como sabemos, son “un verdadero show”. Recomendación: a las empresas que se encargan de tirar los fuegos, que este año gasten más, total es una inversión para que el cielo se vea más bonito y le demos una buena bienvenida al 2024. Por esto recomiendo: que se compren los fuegos, que se coloquen en el lugar debido y que a la hora exacta sean lanzados siempre con supervisión y de manera cuidadosa, durante una hora. Conozco gente que considera muy peligrosos a los fuegos y ya los sabemos: deben ser utilizados por adultos. Lo queremos es un “buen show” para decirle adiós al viejo año y darle la bienvenida al nuevo.
Los vinos están ahí, en las góndolas, en esa parte misteriosa del súper donde te abalanzas para cumplir el deseo de esa persona de California, pero también de tus amigos que recomiendan cualquier cosa: “total, las uvas son las uvas y el sabor será muy similar”. “Correcto”, me dice otro: “compra lo que quieras, fíjate por las etiquetas y por los especialistas de Decanter y nuestros amigos enólogos”. He leído un análisis que nos dice que podemos hacer un gran vino con las uvas de Neiba. No sabemos si es una broma o no lo es. Por supuesto, preferimos los importados.
“El arbolito está encendido”, le digo a alguien. Parece que está muy bonito pero algo he detectado: “las lucecitas no encienden como otros años”. Me dicen que hay extensiones que son más “maravillosas”. En otros lugares del mundo, colocan todo esto en las grandes avenidas. La gente se extasía con ver estas funciones: me dice alguien, “la navidad es época de luz”. Ahora mismo, hace tres días, un aguacero terminó por convencernos de que no estamos fáciles con el asunto de la lluvia. Para el año que viene, que ya está aquí, a la vuelta de la esquina, las lluvias arrasarán en la época indicada. “No hay forma, según los técnicos, para controlar esto”. En algunos lugares que conozco, hemos tenido que pensar que el vehículo es una nave, un yate que anda a todo lo que da por las complejas calles. La gente se divierte hasta un punto: hasta cuando las cosas comienzan a ponerse difíciles. Necesitamos planes de contingencia para el próximo año. ¿Pero cuáles son los planes de la economía? “Queremos que el país crezca rápido, que haya más inversiones en áreas estratégicas”. “Queremos control de los niveles de inflación y queremos medidas transparentes”. ¡Luego, hablaremos del déficit!
Pero volvamos al árbol. Es una tradición que no es nuestra sino global, para estar a tono con los análisis que se hacen ahora en los grupos de guasá sobre la guerra ucraniana-rusa. No sabemos si allá habrá una tregua. “Deberían terminar la guerra, si ombe”. El frío ya está actuando en las ciudades norteamericanas.
Los arbolitos no son los únicos que vienen a celebrar la época del año: los nacimientos también (conocí a una persona que los hace y creo que los venden para que las casas se vean más abastecidas). Lo cierto es que se ven buenosmozos y uno se entusiasma con saber que este es Pedro, éste es José y ésta es María. “Oro, incienso y mirra trajeron los reyes al niño Rey”. Fueron orientados por la estrella polar, según dicen las crónicas. El vino de seguro se bebió allí (será cuestión de encontrarlo en la Biblia). Ahora mismo, uno piensa en la economía del pueblo, la de todos y se da cuenta cualquiera que estas navidades se han puesto los arbolitos y se ha ido a los pasillos de los supermercados donde están los vinos. El pasillo es un lugar de encuentro: “Me parece que están a buen precio”, me dice uno. Le pregunto si se deja tirar una foto con el vino en la mano. Le digo que se la envíe a su mujer (fue con su teléfono). Ahora mismo, uno se da cuenta que el vino que ha comprado es de los más caros. “El mío no es tan caro”, pienso, pero sé que es bueno. Quien me lo recomendó bebe vino todos los días: uno solamente en ciertas ocasiones.
Las luces de la ciudad se parecen a algunos cuentos de Navidad, para decirlo con las palabras del autor de Sentimental y Velo Negro, Charles Dickens, uno de mis autores preferidos. Ahora habrá que ver si uno se entusiasma para leer algo suyo en las llegadas en enero a las librerías porque por estas fechas se anuncian que vendrán algunas opciones de libros muy esperados para este nuevo año. Dickens –autor de La tienda de antigüedades e Historia de dos ciudades, 1859–, es un maestro con todo lo que toca.
“Está claro que el arbolito no tiene las mismas luces”: como dije, no tienen tanta velocidad como he visto que tienen algunas extensiones a eso de las doce de la noche, hora no recomendada para salir a la calle. Santo Domingo se ha convertido en la gran urbe que todos soñaron, no tan fácil entorno para los políticos que tienen que resolver un montón de problemas por lo enorme que es: “hemos tenido que dividirla en pedazos, algo que no fue tan tonto hacerlo”. El asunto es que los fuegos, en el aire, son vistos en muchos sectores de la capital, no todos.
Algunos piensan que estos días que le quedan al 2023, ameritan hacer una limpia (en lenguaje esotérico dominicano sería algo así como un despojo), para liberarte de los problemas del 2023, y darle la buena entrada a un año que ya se anuncia como espectacular en muchos ámbitos: inversiones, desarrollo y experiencias vitales. ¡Tómese su copa y después hablamos!