El urbanista argentino Jorge Mario Jáuregui, llegó a Santo Domingo con la experiencia de haber intervenido exitosamente varias favelas en Río de Janeiro, donde tiene su estudio de arquitectura.
Presentando los planos de lo que se proponía para desarrabalizar Domingo Savio -era el año 2021- hablaba con entusiasmo de una filosofía de intervención centrada en salvar lo salvable, mejorar el entorno, sanear el orilla del río, no expulsar del barrio a la gente sino ofrecerle canchas, centros comunitarios, ubicaciones para sus pequeños negocios. Respetar en lo posible la personalidad de cada sector. La idea no iba a ser fácil de vender. La experiencia anterior de URBE había sido la Nueva Barquita, con un traslado de todos los vecinos a otro punto, más alejado del centro de su vida diaria y laboral, pero con un apartamento nuevo por familia. Esta vez se trataba de sanear la orilla del río reubicando solo a sus vecinos más vulnerables, no a todos. El proyecto se centraba en mejorar el barrio, abrir vías más anchas para poder prestar los servicios necesarios: camiones de la basura, ambulancias, policía. (Enseguida aparecieron un cura y un pastor protestando).
Y en eso se está. La fase inaugurada es la primera y ya representa un cambio poderoso.
En su conversación con Diario Libre, Jáuregui también evaluó la ciudad en conjunto: “Hay demasiados autos en la calle y aquí solo se habla de tapones. Es un problema serio. Es una cultura del automóvil. Cada uno tiene su auto y muchas familias más de un auto. Ahí no hay ensanchamiento posible para tanto flujo de vehículos y no hay espacios de estacionamiento. Las calles son desagradables cuando hay una masa de metal atravesando por el medio, desplazándose de un lado a otro. En fin, esas son decisiones políticas acerca de sistemas de movilidad urbana.”