Es conocimiento común que los retos sociales, políticos, económicos y medioambientales de América Latina y el Caribe empujan a la gente a emigrar. Sin embargo, es menos conocido que el potencial de la propia migración puede servir para abordar esos mismos retos de manera colectiva y constructiva. La migración no debería ser vista como un problema, ni como un simple movimiento de personas: La migración es una fuerza poderosa que puede impulsar a las sociedades y a las economías, y la región de Centroamérica, Norteamérica y el Caribe es testimonio de ello.
La migración es un acelerador del crecimiento inclusivo y el desarrollo sostenible, que enriquece a las sociedades a través de las capacidades humanas, socioeconómicas y culturales. En lo que respecta al crecimiento económico, los datos muestran que, en la región de América Latina y el Caribe, los países que han recibido los mayores flujos migratorios aumentarían su PIB entre un 0,10% y un 0,25% anual entre 2017 y 2030. Un estudio realizado en 2020 por el Fondo Monetario Internacional apoya esta predicción, mostrando que cada 1% adicional de inmigración tiene el potencial de impulsar el crecimiento del PIB en un 2% en los países de destino.
Las remesas migrantes son un salvavidas para sus familias y comunidades. Según el Banco Mundial, las remesas superan considerablemente la ayuda oficial al desarrollo, y son al menos iguales o superiores a la AOD y la inversión extranjera directa juntas. En el caso de América Latina y el Caribe, las remesas se han duplicado, pasando de 73,000 millones USD en 2016 a 145,000 millones USD en 2022.
Las personas migrantes impulsan el desarrollo económico, llenando vacíos en la demanda de mano de obra, creando nuevas vías de negocio y fomentando las conexiones comerciales entre sus países de origen, tránsito y destino. Además, enriquecen las economías de acogida al aportar competencias diversas, facilitan el intercambio de conocimientos y contribuyen a reducir los costes comerciales. Las competencias novedosas que poseen las personas migrantes y su capacidad para integrarse en las redes empresariales locales pueden influir significativamente en la dinámica comercial entre países y regiones.
El potencial transformador de la migración va más allá de la esfera económica. Las personas migrantes enseñan nuevos conocimientos y habilidades a su comunidad, lo que se traduce en mayor productividad, innovación y crecimiento. Esto es crucial cuando se trata de encontrar soluciones para problemas a gran escala como el cambio climático.
Aunque las acciones colectivas son necesarias, los individuos también pueden ser agentes de cambio para sus comunidades y sociedades y pueden ayudar a crear oportunidades de progreso. Muchas personas migrantes trabajan en sectores clave como la agricultura, la sanidad, la educación y el turismo. Todas estas personas tienen el poder de ejercer un impacto inmediato y positivo en sus comunidades de acogida, así como en sus países de origen.
La medida en que las personas migrantes pueden contribuir al desarrollo está directamente relacionada con su capacidad para acceder a los servicios, integrarse en la sociedad y permanecer conectados con sus comunidades de origen. Por eso debemos centrar nuestros esfuerzos en crear unas condiciones en las que la migración sea una elección y no una necesidad, que suceda por vías seguras, dignas y regulares, y actúe como catalizador del desarrollo.
El 18 de diciembre de cada año se celebra el Día Internacional del Migrante. Aprovechamos esta fecha para celebrar la migración no sólo como un viaje de personas, sino como un viaje hacia un mundo próspero, interconectado y equitativa La migración bien gestionada es clave para el desarrollo sostenible, la prosperidad y el progreso. Este día es una oportunidad para actuar hoy de manera individual y colectiva, para construir un mañana mejor, utilizando la migración como parte de la solución.