Desde la época de los sofistas, en la antigua Grecia, los sofismas siempre se han utilizado como un efectivo recurso discursivo con el fin de convencer al oyente perceptor. Era la época en la que a los llamados maestros de la Retórica (sofistas) les interesaba más el poder persuasivo de la palabra que la verdad que a través de esta se transmitiera. De ahí la procedencia del término sofisma.
¿Qué es un sofisma?
Acerca del vocablo sofisma, llamado también falacia, apunta Irving M. Copy lo siguiente:
“En el estudio de la lógica – se acostumbra reservar el nombre de ‘falacia’ a aquellos razonamientos que, aunque incorrectos, son psicológicamente persuasivos. Por tanto – continúa Copy – definimos falacia como una forma de razonamiento que parece correcta, pero resulta no serlo cuando se la analiza cuidadosamente” (Introducción a la lógica, 1981, págs. 81/82)
Para Juan Carlos González García (Diccionario de filosofía, 2006, pág.357) sofisma es una “Argumentación incorrecta, que a primera vista puede parecer correcta, utilizada en una discusión o en una exposición.” Es – afirmo yo – un argumento falso aparentemente verdadero.
Todo el que utiliza un sofisma persigue siempre el mismo propósito: engañar al que escucha, esto es, confundirlo o presentarle una imagen falsa de la realidad.
Si bien originalmente el uso de este recurso se circunscribía de manera exclusiva al debate político, con el fin de vencer y convencer al adversario, con el paso del tiempo empezó a tener vigencia en otras áreas de la vida social, tales como la publicidad y, muy especialmente, en el debate forense llevado a cabo por los abogados en su ejercicio defensivo. En este último caso, brillará más el abogado que con mayor destreza y maestría emplee los sofismas.
Conforme a lo antes dicho, y en el caso específico de la República Dominicana, en la confrontación política contamos con la presencia de geniales exponentes, políticos y abogados a la vez, del discurso sofístico. Nadie como ellos maneja con igual destreza y maestría los sofismas. Nadie como ellos retuerce, invierte o distorsiona tanto la realidad, a tal nivel que bien podríamos considerarlos, a unos más que otros, como los últimos sofistas dominicanos. La mejor prueba de eso, son los malabarismos o piruetas verbales que utilizan en cada comparecencia pública en su interés por demostrar que cuando han estado al frente del gobierno, los dominicanos vivíamos en una especie de paraíso, y que si algo malo existió en sus reinos, ello se debió a prácticas irregulares heredadas de ajenas administraciones
Los sofismas o falacias, sin embargo, se parecen mucho a las metáforas: se gastan y lexicalizan de tanto usarse, perdiendo su credibilidad o poder de persuasión, los primeros (sofismas); y perdiendo su poder de evocación o de impactar emocionalmente las segundas (metáforas gastadas). Esa es la razón por la cual los discursos de los dirigentes políticos que emplean los discursos falaces como arma de debate, poco a poco van perdiendo el interés en el seno del pueblo.
Sencillamente, el pueblo, poco a poco va perdiendo la fe en sus palabras. Muchos de ellos procesan de tal forma, o de manera tan fría, cuidadosa y calculadora el peso de sus deslumbrantes piezas oratorias, que bien serían capaces de encantar serpientes peligrosas en las no menos peligrosas selvas australianas.