La tragedia ocurrida ayer en Haina no deja lugar a muchas más palabras que las que reiteradamente se escriben para denunciar una realidad que hace del tránsito en nuestras ciudades y carreteras un infierno.
El accidente de ayer va más allá de la imprudencia ocasional. Es reiterado, habitual, aceptado por omisión por parte de las autoridades competentes. Se maneja con total anarquía y no parece que nadie tenga un plan para atajar las tragedias que semanalmente ocurren.
Se añade el detalle macabro de los saqueos a los camiones envueltos en los incidentes. Eso no es nuevo y se produce también cuando los accidentados son vehículos y roban, con los heridos y muertos en el pavimento, sus pertenencias. Hace unos días eran cervezas, ayer fundas de cemento. ¿Ni siquiera ese pillaje se puede detener? Las tragedias ocasionadas por los fenómenos naturales duelen. Las causadas por el incumplimiento intencional y constante de las normas de tráfico duelen e indignan.
Los ciudadanos ayudan denunciando en sus redes las barbaridades que se ven a diario. Ahora toca que las autoridades asuman su responsabilidad.