Los funcionarios de este gobierno, a todos los niveles, han preferido evitar a toda costa el uso de la palabra “muertos”, tras las terribles lluvias del pasado fin de semana. Nadie de la cúpula gubernamental ha dicho con su boquita de comer y de hablar la cantidad de víctimas, ni se ha referido a ellas caso por caso, para honrarlas como se debe.
Se ha optado por hacer referencia a ellas en los informes oficiales del COE, de la manera más fría, sin una muestra del más mínimo respeto. No hemos visto funcionarios de alto nivel en sus sepelios y todos han jugado un papel fundamental: el de evitar que la desgracia provocada por los aguaceros “se le pegue” al presidente Luis Abinader.
Ni siquiera el decreto de tres días de luto es emotivo. “Se declaran tres (3) días de duelo oficial en todo el territorio de la República Dominicana a partir de la fecha del presente Decreto y correspondientes, por tanto, a los días 20, 21 y 22 de noviembre del presente año, con motivo de las víctimas mortales producto del paso del reciente fenómeno atmosférico por el país”, es lo que dice.
Abinader tampoco se dirigió al país sobre el tema, a pesar de que sí lo hizo para anunciar la reanudación del contrato de Aerodom. Y en su conferencia de prensa La Semanal no abordó tampoco eso directamente. ¿Por qué?
La razón es que todo se ha manejado estrictamente con un criterio político, reeleccionista, sin un pensamiento o perspectiva realmente humana. Me imagino a los estrategas aconsejando: “hay que evitar que se le peguen los muertos al candidato”. Porque así es que funciona la política moderna, sin humanidad, respondiendo sólo a qué suma puntos electorales seguros y no al riesgo político.
Incluso he extrañado la presencia de Abinader en las zonas más dañadas. Es su deber como presidente hacerlo, pero estoy seguro que los estrategas recomiendan no exponerse al pueblo, pues los vídeos de reclamos o gritos pueden ser usados en su contra en la campaña o hacerse virales en las redes. Mala cosa. Entiendan que “muertos” no es una palabra prohibida, más bien es un concepto cargado de dolor, que hoy acompaña a todo el país.