Fue a mi retorno al país en los inicios de los 70 que traté a Jean Hache, con residencia en Santiago y en la capital en la calle Félix Mariano Lluberes, cerca del Malecón. Cordial y bonachón, casi paternal, se produjo una verdadera química entre el empresario culto y maduro rodeado de merecido prestigio, a la sazón cónsul del Líbano entre 1964/84, y el joven sociólogo que llegaba del Cono Sur tras un quinquenio ausente. Amigos comunes como Rafael Kasse Acta, Jorgito Yeara Nasser y Toñito Alma, alimentaron ese nexo.
Fue don Jean quien me convidó a ofrecer una charla en los salones del memorable Club Libanés Sirio Palestino situado frente al Parque Independencia, el llamado Centro Sirio, acerca de la inmigración árabe y la fundación de dicha entidad social. A la que estaba vinculado desde niño cuando acudía a sus bailes junto a mis primas Álvarez Pichardo en fiestas de Reyes, Independencia, Restauración, San Andrés, junto al tío Arístides Álvarez Sánchez, socio activo.
A sala llena, el tema de la charla concitó el entusiasmo de los concurrentes, con intervenciones de ampliación de datos de figuras señeras como don Luis Scheker Hanne y miembros de las nuevas generaciones de socios que aspiraban un remozamiento de la entidad, tal Felipe Mauad Brinz, Toñito Alma y Yeara Nasser.
A raíz de mis viajes a Santiago, cuando la UCMM devino en vibrante centro intelectual, conocí a los académicos Rafael Emilio Yunén Zuain y Ana Margarita Hache. Uno geógrafo destacado con estudios sobre el desarrollo insular –quien sería director fundador del Centro León- y la otra educadora y lingüista con investigaciones sobre comprensión lectora y escritura del Español. Cita obligada cada vez que visitaba Santiago. Luego, ya desde mis funciones en el Banco Central, amplié las relaciones con los hijos de Jean Hache, los empresarios Jean Antonio y Mauricio, así como el abogado y consultor Raymundo. Gente brillante y amable.
Conforme el historiador y genealogista Edwin Espinal Hernández, en su documentada cápsula genealógica “Los Haché de Santiago” (Hoy 18/6/07 y 23/6/07), esta familia se habría originado en el Cibao con el arribo de los hermanos Nacif Pedro, el mayor, Julián Pedro y Antonio Pedro, el menor, nacidos en Ghazir, Líbano, hijos de Botros Nacif Al-Aashi Awayda (Pedro Haché) y Kodsieh Abdallah Souaid (Codoyée, Luz, Octille, o Ercilia Sued, según grafía). Ingresando los dos primeros por Puerto Plata, de acuerdo a tradición oral, en 1886 y 1891, tras operar como vendedores de prendas en Francia y Puerto Rico.
A partir del examen de archivos notariales y parroquiales, publicaciones y testimonios, Espinal Hernández ensambló una meticulosa relación de noticias sobre los negocios de los Hache, quienes en 1896 abrieron en Santiago una sucursal de su comercio La Siriana, con sede en Puerto Plata desde 1894. Ya en 1908, el más joven, Antonio Pedro, administraba un negocio familiar en la calle Duarte de Santiago que fracasó, retornándolo al Líbano.
Para 1910 las actividades de esta familia funcionaban bajo la razón social Nacif P. Hache & Hnos., incursionando en distribución de provisiones y mercancías americanas y europeas, préstamos hipotecarios, venta de inmuebles, importación y exportación, comisiones y consignaciones, como agencia marítima y en la gestión de El Gran Baratillo, en anexo al Mercado santiaguero con tienda en Puerto Plata desde 1911.
Con negocios en Santiago, Puerto Plata, Sánchez y New York, la bonanza mayor se dio durante la Danza de los Millones, al participar en 1919 como financistas y comercializadores de azúcar de los hermanos Bentz, dueños de los ingenios Amistad y Montellano en la Novia del Atlántico. Ese año Nacif P. Hache & Hnos. formó en Cabo Haitiano la sociedad en comandita J.M. Villain y Co., que al igual que la Unión Comercial Azucarera, creada en 1920, sería disuelta en 1922 al caer los precios del dulce. Coincidiendo con el regreso de Antonio P. al país, a dirigir en Santiago la empresa familiar, ante la ausencia de Nacif P., trasladado a New York y el Líbano hasta 1929 por quebrantos de su hermana Farideh.
Justamente ese año, tras el crack bursátil de New York, se iniciaría la Gran Depresión que arruinó fortunas y arrastró consigo las economías. Las empresas familiares Hache no pudieron sustraerse a la quiebra y liquidación de activos. A resultas, en 1932, Antonio P. constituyó una nueva razón social, la Antonio P. Hache C. por A., con capital autorizado de $2,000 y pagado de $450, que se convertiría con el tiempo en el pivote de los florecientes negocios de esa rama de la industriosa familia.
Siguiendo la cronología institucional de la empresa, en 1947 se abrió sucursal en Ciudad Trujillo en la Arzobispo Meriño con José Gabriel García movida a la esquina Luperón, que pronto giró hacia el ramo de los materiales de construcción. Trasladada en 1959 a la calle Altagracia con Félix Ma. Ruíz, cuya conducción recayó en los vástagos de Antonio Pedro, Jean Antonio y Antonio Hache Zogbi.
Durante los 12 años del Dr. Balaguer las inversiones en obras públicas por cuenta del Estado motorizaron el crecimiento vigoroso de la economía. La Casa Hache estuvo presente para conceder créditos de materiales a los contratistas, una clave en su expansión evidenciada en la inauguración en 1974 del emblemático Edificio Antonio P. Hache en la JF Kennedy y cinco años más tarde del Edificio Hermanos Hache en la Estrella Sadhalá en Santiago, en tributo a Nacif, Julián y Antonio.
En los 90 las operaciones ferreteras se ampliaron con 3 nuevos locales en Los Prados, Carretera Mella e Independencia, en la capital. Además, al Edificio de la Casa Hache se le anexó una plaza comercial. En el siglo XXI, bajo la presidencia de Antonio Hache Polanco, se reenfocó la estrategia de negocios, centrándose en las ventas al por mayor mediante un Centro de Distribución en el km 18 de la Duarte, cerrándose las aludidas ferreterías.
¿Cómo se produjo el flujo de estos inmigrantes emprendedores conforme los registros de permisos de residencia de la década del 40 del Negociado de Inmigración de Interior y Policía? Su examen nos remite a la siguiente relación.
El comerciante libanés oriundo de Monte Líbano Nacif P. Hache (Sued), portador de cédula de identidad personal otorgada en 1932, convalidaba el 24/1/42, a sus 71 años, la autorización de permanencia dominicana, con su casa marcada en la número 70 de la calle General Cabrera de Santiago. En unión matrimonial con Saida Zaiter (Carmela), de oficios domésticos, quien habría desembarcado por el puerto del Ozama en los inicios del siglo XX, en 1903, establecida en la misma dirección del cónyuge. Este, descrito con 1.75 metros y 180 libras, ojos castaños y el pelo “cano lacio”.
Su hijo único, procreado con Carmela Zaiter, Joseph Nacif Hache Zaiter llegó a Santo Domingo por el puerto del Ozama en los inicios de la Era de Trujillo, en 1931. En el formulario de su permiso de residencia del 30/12/40 se registraba con 37 años de edad, oriundo de Monte Líbano, de oficio comerciante, soltero, estatura 1.7 metros y peso 195 libras, residente en la General Cabrera 70 de Santiago, domicilio de sus padres. Dos años más tarde se calificaba como industrial en la casilla reservada al oficio.
Otro miembro de ese núcleo familiar de significativa importancia en la historia de la inmigración libanesa en República Dominicana por sus notables aportes empresariales sería Antonio P. Hache Sued, el menor de los 3 hermanos originales, comerciante casado de Monte Líbano. Renovaba su residencia dominicana el 22/12/44, año del Centenario de la República que se celebró con justo fasto bajo la Era de Trujillo, con 54 años de edad, establecido en la vía San Luis 25 de Santiago junto a su familia.
Allí le hacía compañía Juan Antonio Hache Zogbi (identificado Jean Tanus en registro de 1941), joven comerciante soltero de 23 años en 4/1/43, quien declaró su entrada en 26/8/36 vía Puerto Plata. Había vivido en la República Libanesa con estudios en colegio francés. Justo desde Francia embarcó en el puerto de El Havre, pasando en su ruta hacia Santiago por Fort de France (Martinique), San Juan de Puerto Rico y Puerto Plata. Trabajaba en la empresa Antonio P. Hache C x A, hijo de los libaneses Antonio Hache Sued y Catingo Zogbi, residente en San Luis 25 de la Ciudad Corazón -como le llamara encandilado ante su vital encanto el gran bardo porteño Juan Lockward.
Jean Antonio Hache Zogbi, aun libre de compromisos conyugales –casaría con la dama dominicana Ana Antonia Álvarez Batlle con quien procrearía cinco hijos-, exhibía buena estatura y peso, 1.82 metros y 166 libras. Blanco, de ojos castaños y pelo negro, en el 23/1/46 debió pagar $15 de impuesto por la renovación de la residencia como extranjero. Un ejercicio que ejecutaría religiosamente hasta 1984, cuando decidió naturalizarse dominicano.
En esta relación figuraba Lidia Hache Zogbi, soltera de 21 años en 11/2/43, oficiante en quehaceres hogareños. Habría llegado a Ciudad Trujillo en 1939, su vía de acceso al país, de nacionalidad libanesa procedente de Monte Líbano. Su cuerpo quedó retratado con perfil de 5 pies 7 pulgadas de altura, peso liviano de 140 libras, ojos y pelo negros. Con residencia en San Luis 25, Santiago, era también hija de Antonio Hache y Catingo Zogbi. Antes, el 10/10/41, su ficha había establecido su ingreso por vapor a la capital dominicana, 29/10/36, contando 18 años.
Igual aparecía el 22/7/44 Aida Hache Zogbi de Akra, ingresante por Ciudad Trujillo, de edad 26, natural de Monte Líbano de nacionalidad americana. Casada dedicada a tareas domésticas, estatura 5 pies 6 pulgadas y 125 libras de peso, radicada en la San Luis 25 de Santiago.
Antonio P. Hache Sued y Catingo Zogbi tuvieron un segundo trío de descendencia nacida en Santiago que incluyó a George, Margot y Antonio Pedro (Anthony). Este último, junto a su hermano Jean, jugarían roles estelares en el desarrollo de los negocios familiares que levantaron a la Casa Hache como un ícono de las construcciones modernas. Otro relevante aporte libanés al país progresista multiétnico que es República Dominicana.