Hace unos días nos enteramos de que la cantante Evaluna, tras dar a luz, se comió su placenta. El asombro era notorio entre las personas, al menos en República Dominicana, que es el país donde está radicada la joven de origen venezolano. Lo que sucede es que esta práctica no mucho las conocíamos, pues no es parte de la cultura dominicana, pero sí en otras partes del mundo, como Chile y Estados Unidos (en Oregón), donde la ley contempla entregarla luego del parto, ya sea para comerla como un buen plato gastronómico “lleno de nutrientes”, para encapsularla o para enterrarla como parte de un ritual para el bienestar.
A raíz de esta acción, que también hizo Kim Kardashian y otras famosas, nos surge la pregunta: ¿De dónde viene esta práctica? Sabemos que ciertos animales mamíferos, como los gatos y los perros, lo hacen; pero en los humanos no abundan las literaturas; estudios científicos hay pocos; culturalmente no es tan popular, puede que sea una acción solo de nuestra era… quizás encuentre mayor conocimiento en los seguidores del esoterismo.
La promesa que algunas mujeres persiguen al consumir su placenta es que gracias a la cantidad de células madres que contiene, es capaz de evitar la depresión post parto, la anemia (las cápsulas tienen hierro), mejora el humor, el ánimo y producción de la leche… Sin embargo, una publicación de Mary Marnach, M.D, de la Clínica Mayo, afirma que puede ser perjudicial para la salud porque la preparación de la cápsula, en el caso de consumirse de esta forma, no eliminan por completo virus y bacterias infecciosas, en el caso de que se tenga.
La misma postura asume la ginecobstetra Jen Gunter, en su publicación en la que hace un análisis sumamente interesante sobre el tema para el diario New York Times y quien advierte que en “los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos reportaron un caso de sepsis neonatal ligada a la ingesta o manipulación materna de placenta encapsulada que estaba contaminada con estreptococo del grupo B”.
Ella también revela que tampoco se trate de una costumbre que esté al alcance de todos; ya que encapsular este órgano que desarrolla el útero para proveer el oxígeno y los nutrientes que necesita el bebé hasta el día del nacimiento, puede costar entre 200 y 400 dólares, es decir que en pesos dominicanos son entre 11 mil y 22 mil pesos, lo que indica que no es una tradición con fuerza cultural.
Las cápsulas son solo una parte de cómo se consume este temporal órgano de los mamíferos, para comer placenta humana se habla de recetas para batidos y otras preparaciones culinarias.
Práctica esotérica
Sobre esta práctica tampoco se encuentra muchos datos en las creencias esotéricas y las que existen alejan cualquier deseo de practicarla; por ejemplo: La que afirma que retiene a los varones en la casa y a las hembras les facilita encontrar marido. Sí, ese tipo de deseos todavía viven en la sociedad actual y es lo que lleva a algunos a buscar suerte en enterrar detrás de la casa para que se cumpla esta ¿bienaventuranza?
La placenta se lee. Según la cultura mapuche, en Chile, una vez que la mujer da a luz, una representante de ese pueblo indígena ve detenidamente el órgano y describe cómo será la vida del recién nacido; al finalizar lo envuelve en un manto con ajenjo y se procede a enterrar bajo un árbol de canelo en miras de que se convierta en una persona fuerte y sea cubierta por los malos espíritus. La misma práctica en otras culturas se realiza para que a la muerte, el recién nacido se reúna con su “hermano”, que es la placenta; o para que crezca como crece el árbol, para que respete la naturaleza… varía el objetivo según la creencia.