El Archivo General de la Nación publicó hace poco la quinta edición del libro La Victoria de los Caídos: Constanza, Maimón y Estero Hondo, revisada y ampliada, de la autoría del comandante cubano Delio Gómez Ochoa. El comandante apunta asuntos que asombran por la carga que representa a lomos del azar.
Cita cómo en las horas previas a su salida del país el 9 de junio de 1961, ya muerto Trujillo, al recoger sus pertenencias en el local del Servicio de Inteligencia Militar (SIM), observó que un agente vestido de civil portaba la pistola con cacha de plata que había usado en la expedición del 14 de Junio, con el monograma M-26-7. Al hacérselo saber al agente, la respuesta que recibió fue: “Con esta pistola le tiraron al jefe”.
Hay quienes elucubran que esa arma cayó en manos del general Juan Tomás Díaz cuando comandaba las tropas que enfrentó a la guerrilla en 1959. Existe la posibilidad, de acuerdo a lo que le dijeron a Gómez Ochoa, de que la noche del 30 de Mayo la portara Antonio de la Maza Vásquez. Y, si fue así, de ella salió el tiro de gracia que se alojó en la mandíbula de Trujillo.
El 12 de julio de 1959 el pequeño grupo de expedicionarios, ya mermado, fue sorprendido por una patrulla del ejército cuando se encontraba dormido al borde de un camino. Delio Gómez Ochoa, Pablito Mirabal y Frank López Rodríguez, todos cubanos, fueron hechos prisioneros. Con esa acción quedó desmantelado el foco guerrillero. Dos días antes se habían entregado Medardo Germán y Poncio Pou Saleta.
Al otro día, en Constanza, dice Gómez Ochoa, “nos esperaba a campo abierto el general Juan Tomás Díaz. Bajo la sombra de un árbol conversamos alrededor de una hora… A continuación, comentó que lamentaba mucho mi situación, pues debía entregarnos, enviarnos a la capital, y tenía muy mala impresión de lo que estaba ocurriendo, pues torturaban y fusilaban a todos los que él había capturado sanos y salvos.”
Sigue contando: “Ya en la pista del aeropuerto de Constanza…vimos salir de la fortaleza a un nutrido grupo de hombres con los fusiles en ristre, preparados para disparar. El general Juan Tomás Díaz entró el auto y me advirtió _No te vayas a bajar por ningún motivo_. Cuando se aproximaron descendió y comenzó a increparlos _ ¡Pendejos!, no tienen cojones para ir a la montaña a buscarlo cuando tanto se les ha pedido y ahora quieren cogerlo mansito aquí…Retírense, porque les va a costar caro.”
Ese grupo de hombres eran miembros de la Legión Anticomunista del Caribe, entre ellos el mayor Chestaro y varios cubanos del régimen de Batista.
Agrega el comandante: “A pesar de los pensamientos trágicos que cruzaron por mi mente desde el momento de nuestra captura, guardo un recuerdo grato de los oficiales que tomaron parte en ella, y, en particular, del general Juan Tomás Díaz.”
Lo que Delio no sabía es que ya para esa fecha Antonio de la Maza Vásquez, Juan Tomás Díaz y Antonio García Vásquez se habían puesto de acuerdo para iniciar el complot que terminaría siendo bautizado como 30 de Mayo. Y que el maltrato, vejaciones, torturas y asesinatos infringidos a los prisioneros de la expedición del 14 de Junio fueron parte fundamental de sus motivaciones para actuar en contra del tirano.
Delio Gómez Ochoa y Pablito Mirabal fueron llevados a la presencia de Trujillo, después de ser interrogados en la base aérea de San Isidro. Y surgió el siguiente diálogo:
“_ Así que usted es el comandante Ochoa_ dijo Trujillo_. Usted ¿a qué vino?
_Bueno, yo vine a pelear.
_A usted lo que hay es que castrarlo y mandárselo para allá a Fidel Castro.
Y mirando a Pablito preguntó:
_ Y la cagarruta esta, ¿a qué vino aquí?
_Yo vine a pelear_ le contestó Pablito con su hablar atropellado.
_Usted está bueno para dárselo a Ramfis para criar gallinas. ¿Usted sabe quién soy yo?
_Sí, usted es Chapita.
Consideré que la respuesta de Pablito era una sentencia de muerte definitiva. De esa no nos salva nadie, pensé.”
El comandante pensó mal, para suerte suya. Estaba destinado a sobrevivir por esas casualidades del destino o fruto del misterioso azar.
Del grupo de 34 expedicionarios dirigido por Enrique Jiménez Moya que tomó el rumbo de Jarabacoa, ninguno sobrevivió, aunque varios fueron apresados. Del grupo de 20 guiado por Gómez Ochoa que enfiló desde Constanza hacia El Botao quedaron vivos el propio comandante, Pablito Mirabal, Mayobanex Vargas, Medardo Germán y Poncio Pou Saleta.
Nadie sabe ni sabrá nunca por qué se salvan unos, mientras otros mueren, atrapados en las mismas circunstancias. ¡Loor a la raza inmortal!
Del grupo de 34 expedicionarios dirigido por Enrique Jiménez Moya que tomó el rumbo de Jarabacoa, ninguno sobrevivió, aunque varios fueron apresados. Del grupo de 20 guiado por Gómez Ochoa que enfiló desde Constanza hacia El Botao quedaron vivos el propio comandante y Pablito Mirabal, entre otros miembros del grupo.