Que Jorge Radhamés Zorrilla Ozuna recule y pida excusa por colocar en una situación difícil al presidente Luis Abinader importa poco. Como tampoco tiene mucho, en términos de votos, su Partido Cívico Renovador (PCR), una de las tantas entelequias que congestionan el mundo partidista dominicano y de las que, como vampiros, chupan unos cuantos vivos que no pueden vivir fuera del presupuesto nacional. El juramento fue eso: que el presidente se comprometa a integrar a su gobierno a una partida de “presupuestívoros” a los que criticó con dureza. “Cuando llegamos al gobierno, el Inespre era una institución quebrada e inoperante. En estos dos años hemos restaurado su credibilidad y restablecido su rol de sustentación y estabilización de precios al productor y al consumidor”. Eso dijo Abinader de la gestión de Zorrilla Ozuna, quien durante ocho años encontró en el Inespre su razón de ser partidista. Es a ese administrador insolvente en eficacia a quien el presidente ha jurado integrar desde ya a su gobierno. Vergonzoso espectáculo similar al de la Fuerza del Pueblo cuando aceptó en sus filas a Juan Hubieres, reconocido agitador del transporte colectivo y de escaso reconocimiento social. Está visto que en política rige el olvido, y que la decencia y la probidad sucumben frente al oportunismo. Peso a morisqueta que el PCR aporta menos votos que los millones despilfarrados en Inespre.