Si bien vivimos en una sociedad que nos proporciona cada vez más información sobre salud mental, a la hora de buscar ayuda de un especialista todavía algunas personas tienen prejuicios o resistencia.
Los seres humanos preferimos apostar por nuestra autosuficiencia. Nuestra terquedad, o nuestro ego, nos impide aceptar que, en ocasiones, podemos perder el camino y que alguien puede acompañarnos a encontrarlo.
Otras veces, el miedo de ser diferentes a lo que estamos acostumbrados a ser, nos lleva a aferrarnos a nuestras viejas formas de pensar y comportarnos, aunque éstas nos hagan daño. Preferimos negar nuestro dolor, nuestras dificultades, antes que ceder y reconocer que necesitamos ayuda.
Sea el motivo que sea, la resistencia para acudir a terapia, es frecuente. Así que les comparto los beneficios que yo encontré en mi propio camino de crecimiento emocional.
1. Expresión y gestión de las emociones
Colocar palabras en lo que estamos experimentando es de por sí terapéutico. Disminuye los niveles de cortisol (hormona del estrés) en nuestro organismo y alivia nuestros dolores. Nos permite organizar lo que estamos experimentando y tomar distancia de emociones aflictivas como la angustia, rabia, tristeza, soledad, etc. De esta manera, nuestro estado de ánimo mejora, nos vamos sintiendo más positivos y serenos. Aprendemos a manejar nuestras emociones.
2. Autoconocimiento
Los estilos de crianza, vivencias dolorosas, falta de educación en las emociones, entre otras cosas, pueden haber originado una desconexión con uno mismo. Esto quiere decir que podemos tener dificultad para entender y responder a la realidad que se nos va presentando, pues nos cuesta conectar con nuestro interior.
En este sentido, el acompañamiento en terapia nos ayuda a identificar emociones, creencias, formas de pensar y patrones de comportamiento que nos llevan a situaciones dolorosas y nos hacen sufrir. Nos permite comprender por qué actuamos como actuamos, por qué sentimos lo que sentimos. Del mismo modo nos ayuda a reconocer lo que está bien en nosotros, lo maravilloso que tenemos dentro y que a veces no podemos ver o valorar.
El proceso de autoconocimiento es fundamental para tomar decisiones, para elegir una respuesta adecuada a lo que la vida nos va presentando. Nos permite construir límites internos (límites a mí mism@, cosas que no me conviene hacer, por ejemplo) y límites externos (hacia los demás) y nos ayuda a vivir con más conciencia de nuestros pensamientos, emociones y acciones.
Una vez que nos conocemos podemos conocer y entender a los demás, nuestras relaciones se vuelven más auténticas e íntimas.
3. Autoaceptación
Como resultado de conocernos a nosotros mismos, aprendemos a aceptarnos como somos. Conoceremos nuestras fortalezas, nuestras bondades, así como aquello que necesitamos cambiar. Nos hacemos compasivos con nosotros mismos y, por lo tanto, también seremos capaces de aceptar a los demás.
4. Autoestima
Habiendo aprendido a aceptarnos, empezamos a sentir el amor por nosotros mismos. La persona que nos acompaña nos recuerda no tener juicios de valor sobre nosotros ni sobre los demás, hemos aprendido a ser benevolentes. Cambiamos las palabras que usamos para referirnos a nosotros, tenemos cuidado con las afirmaciones que hacemos y vamos estableciendo acciones acordes a nuestro amor propio.
5. Autorresponsabilidad
Hacernos responsables de nuestra vida y de nuestras emociones nos permite crear una calidad de vida buena. Nuestras relaciones tienen menos peso, dejamos de culpar, manipular, controlar, señalar o de victimizarnos. Nos hacemos cargo de nosotros mismos, de nuestras necesidades y esto también incide positivamente en nuestra autoestima. Nos vamos dando cuenta de que somos capaces de generarnos nuestro propio bienestar sin depender de nadie.
6. Adquirir herramientas de vida
Habiendo aprendido a identificar y gestionar las emociones, ya no reaccionamos a las cosas, podemos evaluar una respuesta acorde a la situación.
Nuestra comunicación mejora, expresamos cómo nos sentimos, hacemos frente a los conflictos, ponemos límites a nosotros mismos y a los demás. Nuestras relaciones son más plenas y cercanas.
Tomamos responsabilidad de nuestras acciones y, cuando nos equivocamos, no culpamos ni arremetemos con los demás ni con nosotros mismos, sencillamente volvemos a tomar el camino adecuado. Aprendemos a abandonar lo que nos hace daño y a procurar nuestro bienestar.
Entendemos, finalmente, que somos capaces de construir positivamente nuestro camino en el presente, que en verdad valemos, que somos capaces de cambiar y de nutrir nuestra vida y la de los demás.
Si estás dudando en acudir a terapia, o si todavía no te has animado, espero que mi experiencia pueda servirte para emprender el proyecto más bonito de la vida, el de tu propio crecimiento.