A la caída del tirano, en Santo Domingo, Santiago y otras localidades surgieron grupos empeñados en poner los pilares de la sociedad democrática. Su labor fue profunda y fecunda. Fructificó en realizaciones diversas: educativas, culturales, empresariales, financieras.
Dentro de ese conjunto, Manuel Pittaluga Nivar se convirtió en factor fundamental para la creación del sistema de ahorros y préstamos, montado en dos pilares: las asociaciones de ahorros y préstamos y el Banco Nacional de la Vivienda.
La primera asociación que se creó fue la Popular, en Santo Domingo. Le siguió la Cibao en Santiago. Luego surgieron otras. Todas bajo el paraguas de la ley 5897, del 14 de mayo de 1962. Previamente, el 12 de mayo, se aprobó la ley orgánica 5894 del Banco Nacional de la Vivienda (BNV), organismo regulador y de fomento.
En aquel momento se hizo evidente la necesidad de crear mecanismos que hicieran posible la adquisición de techo propio por parte de la clase media y media baja, como un factor de amortiguación de las tensiones sociales y en respuesta a la explosión de demanda que se produjo durante los primeros años de experiencia democrática.
Era indispensable fomentar el ahorro en un país saqueado por el régimen, y vincularlo al desarrollo de la construcción para obtener un efecto de estímulo sobre la economía. Se requerían capitales, seguros, títulos en que invertir y también viviendas. Todos esos elementos se mezclaron para contribuir al empleo y al crecimiento económico.
El instrumento básico que se creó fue la tarjeta de ahorro. Servía tanto para depositar parte de los ingresos familiares como para vincularlos a la aspiración de obtener financiamiento hipotecario a tasa fija (12%), plazo largo (20 años), con garantía de seguro de hipotecas, lo cual a su vez facilitaba el funcionamiento de un mercado secundario de valores.
Una transformación tan relevante no surge de la nada. Había que adaptar lo que ya funcionaba en otros países y hacerlo propio. Hay historias individuales que se superponen. Sumadas, son responsables del cambio. No sé cuántas personas intervinieron en la decisión. Si sé que Manuel Pittaluga fue uno de los principales propulsores.
En enero de 1962 mi padre fue designado procurador general de la República y tenía influencia en los asuntos de gobierno. Entre la casa de Pittaluga y la nuestra apenas mediaba algo más de una cuadra. Lo veía visitar muy temprano nuestro hogar y conversar con mi padre por largo rato. Intuyo que hablaban sobre la necesidad de apoyo al proyecto de legislación que semanas después crearía el sistema de ahorros y préstamos.
Pittaluga se convirtió al poco tiempo en el primer gerente del BNV. Estuvo allí en esa condición por muchos años. Bajo su mandato el segmento financiero creció, se diversificó, se consolidó. Produjo resultados muy beneficiosos para la economía.
Años después me tocó regresar de España con la carrera de economía terminada, recién casado, desprovisto de experiencia de trabajo, sin tener nada en el bolsillo en que amparar mi nueva condición. Sentía que mi país necesitaba del concurso de toda su gente y que podía aportar aun fuese un granito de arena.
Oteando el mercado pedí cita a Manuel Pittaluga. Creía que mi título de universidad española contenía la llave maestra de la solución de problemas universales. Le ofrecí mi fuerza de trabajo aun sin estrenar. Me miró a los ojos con una amplia sonrisa, quizás pensando en lo desorientada que suele estar la juventud. Salí de su despacho sin nada concreto, angustiado.
Al poco tiempo me llamó y me dijo que el BNV acababa de crear la unidad de estudios económicos. Me contrataron para ocuparla. Respiré con alivio. Entré con un sueldo de RD$400 pesos al mes. Pagaba RD$113 a la AAyPP Popular por la amortización e intereses del préstamo hipotecario de una casa.
Nunca dejaré de agradecer a Manuel Pittaluga Nivar la oportunidad que me ofreció de obtener mi primera ocupación remunerada, así como la calidez y extrema confianza de que me hizo partícipe. Allí aprendí a trabajar y a conocer las intríngulis de la economía dominicana. Hice amigos entrañables. Parte de lo que soy se lo debo a él.
Doy fe de que fue un gran hombre, con visión de Estado, transformador de la estructura social y financiera. Alcanzó logros significativos, también cometió errores. El balance le es favorable. Me siento muy honrado de haber podido servirle y de haber estado a su lado. Ahora que se ha ido honro su memoria y le deseo que duerma en paz el sueño eterno.
Hay historias individuales que se superponen. Sumadas, son responsables del cambio. No sé cuántas personas intervinieron en la decisión. Si sé que Manuel Pittaluga fue uno de los principales propulsores.