“Lo de la Cámara de Cuentas no hay quien lo entienda.” Esa podría ser la conclusión más acertada de lo ocurrido en los últimos años en una de las instituciones con mayor carga de responsabilidad sobre la transparencia y la supervisión de las cuentas que manejan los organismos públicos.
Y sobre sus líos, explicados a medias y envueltos en versiones contradictorias, sobrevuela una exigencia de “transparencia” del partido en el poder que tampoco es del todo creíble. Lo de la Cámara de Cuentas no hay quien lo entienda… no hay mucho más que decir. Tan incomprensible es, que para explicarlo hay que cambiar la ley. Eso al menos dicen los legisladores oficialistas. Es más, para entender lo que ocurre, dicen los opositores, hay que saber que al PRM no le interesa que haya miembros dentro que responden al PLD o a Leonel antes que a los intereses del partido en el poder.
Porque “lo de la Cámara de Cuentas”, resumiendo, no hay quien lo entienda. ¿Pero el problema no era que su presidente acosó a dos jóvenes abogadas de la institución?, pregunta un despistado. ¡¡Que nooooo!! Eso se olvidó en algún juzgado. Lo de ahora es otra cosa, es un juicio político. Por ocultar auditorías, por retrasarlas, por acelerarlas, por hacerlas incompletas, por poner cosas de más, por poner de menos. Por insultarse en los plenos, por grabarse a escondidas, por filtrar los audios. Porque se espiaban desde el parqueo hasta el baño. Porque no se soportan, porque no podían trabajar juntos pero ninguno renunciaba.
Tampoco se entiende la jugada de publicar las auditorías de la Contraloría ni por qué se hicieron públicas unas sí y otras no. Y si alguien entiende “lo de la Cámara de Cuentas”… que hable ahora o calle para siempre.