La impunidad, en todos los sentidos y sectores del país, ha sido uno de los peores males que ha afectado a la República Dominicana en los últimos tiempos.
Y lo vemos en todas las áreas no solo en el sector público, que amagó con marcar una diferencia luego de los sometimientos judiciales por corrupción a principios del actual Gobierno.
Violar las leyes de tránsito no representa un problema, porque las multas -cuando se ponen- se acumulan y no pasa absolutamente nada.
Engancharse de un poste de luz y no pagar el servicio eléctrico… mucho menos.
¿Que los propios empleados de una distribuidora eléctrica, a confesión de su administrador, extorsionen a los clientes para cumplir con el servicio? Es tan normal como que se vaya la luz.
El famoso tigueraje dominicano, ese que nos lleva a no hacer la fila sino a colarnos, a subir el volumen del radio a todo dar “porque esta casa la pago yo y yo pongo la música como yo quiera”, es parte de la falta de régimen de consecuencias que le complica la vida a aquellos que tratan de hacer las cosas bien. ¿Cambiará eso?