La amistad de don Mario Vargas Llosa y República Dominicana viene de lejos y ha sido constante y cuidada a lo largo de los años. Su obra La fiesta del chivo es una consecuencia, no la causa de esta mutua querencia.
Tiene en el país amigos escritores e intelectuales, viejas amistades personales, una casa propia y la experiencia de saberse siempre bienvenido.
Como escritor reúne aquí a una legión de admiradores. Como articulista en periódicos, fieles seguidores y fuertes críticos. Como opinador de la actualidad, empeñados adversarios. Liberal, defensor de un capitalismo bien centrado, no suele caer bien ni a la izquierda nostálgica, ni a la derecha recalcitrante que no comparte sus ideas sociales y éticas. Su paso por la política le hizo entender lo bien que estaba en la literatura.
Concederle la nacionalidad dominicana es un hermoso gesto del presidente Abinader, quizá simbólico para el Nobel, pero de importante significado. Acabamos de recibir a los escritores nicaragüenses desnacionalizados por su gobierno. Los escritores en América Latina tienen muchas historias que contar porque viven intensamente sus patrias.