Aprender a dudar, dice Octavio Paz, es aprender a pensar. Ninguna libertad se puede dar por sentada, basta un descuido, un populista o una propaganda para perder todas nuestras libertades y con ello la democracia. Experiencias hay muchas, desde la antigua Unión Soviética hasta Rusia, China, Cuba, Venezuela y Nicaragua, y por supuesto, desde la reacción de Donald Trump cuando perdió las elecciones, hasta la hipersensibilidad “woke” de legiones enteras más orientadas a una nueva inquisición que a la defensa de sus derechos.
La receta es vieja, todo intento totalitarista, en sus diferentes matices, sea de izquierda o de derecha, mira al pasado y exige cambiarlo para erigir mártires e inventar una realidad maleable a las ideas que se quieren imponer en el momento o a las necesidades del partido.
Uno de los escritores más relevantes del siglo XX, George Orwell, tiene cada día más vigencia en nuestro tiempo. Su defensa a la libertad y el lenguaje es, sin lugar a dudas, una de las causas de mayor urgencia del presente. En su obra Rebelión en la Granja uno de los cerdos mayores antes de morir reúne a todos los animales y les habla de lo mal que están viviendo, lo explotados que están por la mano del hombre y que es imprescindible pensar en una rebelión de los animales:
-“Animales, el más sabio de la granja quiere decirnos unas palabras, lo que desea transmitirnos es un sueño que a todos nos interesa conocer.”
-“Queridos amigos me imagino que no seguiré entre vosotros. Eliminemos al hombre y la raíz del problema del hambre y el trabajo en exceso serán abolidos para siempre. Eliminemos al hombre y el fruto de nuestro trabajo será solo para nosotros. Eliminemos al hombre y de la noche a la mañana seremos libres e iguales.”
Mas adelante explota la rebelión y los animales toman la granja. Los cerdos, por supuesto, terminan dominando y peleándose entre ellos, reflejando, lo que sucedió con el estalinismo de la antigua URSS y lo que suele suceder en regímenes similares. En su revolución deciden establecer principios de supuesta justicia y equidad, moviéndose desde lo excluyente a lo idílico. De esta forma establecen los 7 principios que los diferencia de los malvados y explotadores seres humanos. Para así garantizar que todos los animales tengan los mismos derechos.
1 “Todo lo que camina sobre 2 pies es un enemigo.”
2 “Todo lo que camina sobre 4 patas o tenga alas es un amigo.”
3 “Ningún animal usará ropas.”
4 “Ningún animal dormirá en una cama.”
5 “Ningún animal beberá alcohol.”
6 “Ningún animal matará a otro animal.”
7 “Todos los animales son iguales.”
Como puede observarse, dichos “principios” son muy conocidos en regímenes políticos dictatoriales que intentan imponer la supuesta “igualdad y solidaridad” por las armas. Hasta que finalmente, al igual que en la vida real, todos los animales son iguales, pero algunos son más iguales que otros.
Si Rebelión en la Granja fue una obra política en forma de fábula, 1984 es una historia de terror y horror sobre la política del presente. En ella nos enseña cómo se utiliza el lenguaje con el objetivo de dominación y la omnipresencia del Estado que ejerce un poder sin límites, con sus dictadores y sus oligarquías. El protagonista de 1984 es un personaje que se llama Winston Smith, un funcionario público que se dedica a leer la información y las noticias del pasado o del presente y las tiene que adaptar para que coincidan con las declaraciones del Estado. Su trabajo en el Ministerio de la Verdad es borrar lo que ha sucedido para que exprese lo que diga el Gran Hermano.
“Si la libertad significa algo es decirle a la gente lo que no quiere oír”, decía Orwell. Su obra ha sido determinante para entender regímenes dictatoriales, pero también, los EE. UU a partir de septiembre 11, del 2001 cuando reaccionó de una manera desproporcionada contra países, religiones, personas y creencias llevando al mundo a un estado policial, donde todos sospechamos de todos, en especial si tiene barba y su perfil es de Medio Oriente. Propagando la conocida mentira sobre las armas de destrucción masiva que había en Irak y que por supuesto nunca encontraron. De esta forma, utilizaron el discurso público para perpetuar ataques y violaciones a los derechos humanos, que por más que intentemos entender, no estaban justificados.
Si algo nos hace democráticos y civilizados es la libertad. Por eso, entre la justicia y la libertad, prefiero la libertad para seguir luchando por la justicia.