El informe tiene un título escueto: “Ambiente escolar y situaciones de riesgo”. Y debajo, renglón a renglón, se detallan una serie de desgraciadas situaciones junto al número de alumnos del sistema público afectados.
Violaciones, embarazos, violencia en el hogar. Ideas de suicidio, intentos reales de suicidio, autolesiones, víctimas de trata de personas, alumnas embarazadas fruto de incesto. Anorexia, bulimia, acoso sexual dentro de la escuela.
3,414 estudiantes en uniones tempranas.
Mientras, la Asociación Dominicana de Profesores se moviliza de nuevo para exigir la segunda parte de un aumento de sueldo pactado hace meses.
Y ahí es cuando se termina de derrumbar la esperanza de que la ingente inversión del 4 % de un PIB que crece cada año servirá para lo que debe servir. No hay duda de que habrá profesores preocupados por la situación emocional de sus pupilos o de riesgo físico que se detallan en este informe del Minerd del mes de abril. Pero nunca su sindicato habla de ellos, propone soluciones a la deficiente calidad de aprendizaje que brindan sus asociados en las aulas, se ofrece a hacer un esfuerzo extra por subir un peldaño.
La ADP es parte del problema, no de la solución de la educación dominicana. Funciona como un sindicato empeñado en entorpecer los avances, mirándose al ombligo de sus prestaciones más directas.
Lo saben las autoridades que han pasado por el Ministerio en los últimos gobiernos, las entidades que se dedican con o sin fines de lucro a la educación, los padres más preocupados, las universidades que reciben bachilleres con enormes deficiencias, las empresas que no encuentran el trabajador con la formación mínima requerida.
Ese informe del Minerd produce, directamente, una enorme impotencia.