La atención puede ser un tema que uno no espera encontrar en un artículo de bienestar, sin embargo, la atención es absolutamente fundamental para tantos aspectos diferentes de la vida, sobre todo de la laboral, que merece un lugar de honor.
La atención es esencial para:
- El aprendizaje.
- El almacenamiento y la recuperación de información.
- La eficacia profesional.
- La flexibilidad y adaptabilidad cognitiva.
- La toma de decisiones.
- El cultivo de una actitud mental positiva.
Sin embargo, el lugar de trabajo moderno impone demandas imposibles de nuestra atención: trabajar en una oficina de planta abierta es la norma, la multitarea es una expectativa no escrita en la mayoría de las descripciones de trabajo, hay que hacer malabares con el flujo constante de correos electrónicos, ni qué decir de las llamadas telefónicas, con la tecnología tenemos disponibilidad las 24 horas, y sobre todo las reuniones interminables.
Se espera que los empleados de hoy en día posean recursos de atención inagotables y cambien el foco de su atención entre procesos e interacciones en un abrir y cerrar de ojos.
Ambas expectativas son completamente irreales y muchos empleados corporativos sufren lo que se ha denominado rasgo de déficit de atención (ADT) debido a un exceso de información y a un entorno de trabajo lleno de distracciones. Debido a la revolución digital, la información es omnipresente, gratis y, a menudo, abrumadora.
Y la atención precisamente filtra lo que es apropiado y relevante, al tiempo que se asegura de que no se pierda información potencialmente vital.
La atención es una parte crucial del procesamiento de la información ya que nos ayuda a seleccionar información relevante y a descartar información irrelevante.
La atención es limitada y selectiva, es decir, que aquello a lo que prestas atención se convierte en parte de ti y solo se puede retener aquello a lo que se prestó atención.
¿Por qué es importante la atención en el lugar de trabajo?
La atención bien gestionada nos ayuda a:
- Permanecer concentrados en el trabajo por un tiempo prolongado (p. ej., terminar un informe o una presentación, realizar una reunión, crear una hoja de cálculo).
- Gestionar las distracciones externas (p. ej., llamadas telefónicas, conversaciones no programadas, reuniones, correos electrónicos, ruido de la oficina).
- Desconectar de la fuente de distracciones externas para volver a la tarea en cuestión.
- Manejar nuestro apetito interno de estimulación (por ejemplo, la necesidad de ser parte de una conversación, navegar por la web, buscar una nueva tarea/desafío).
- Cambiar el enfoque de una tarea a otra, impulsado por demandas externas más allá del control de uno.
- Evitar la multitarea. Se necesita atención enfocada para la precisión y la velocidad: concentrarse en una tarea a la vez garantiza el máximo rendimiento.
¿Y qué sucede con el rendimiento?
Desde que tienes uso de razón seguro que has escuchado decir que el rendimiento y la productividad son el resultado directo de las horas que dedicas a tu labor. Pero, ¿es esto realmente cierto? No lo es.
El rendimiento tiene que ver con la estimulación y alcanza su punto óptimo en el equilibrio de esta estimulación, no de la cantidad de horas que trabajes. Descubrir ese punto óptimo (ni mucha estimulación ni poca estimulación) de rendimiento es lo que te permitirá lograr tus objetivos.
Los gerentes, líderes y directivos a menudo se exigen a sí mismos y a sus equipos mucho más allá. Es común notar organizaciones donde los colaboradores trabajan de 12 a 15 horas al día, trabajan los fines de semana o incluso comen en el escritorio, a menudo con consecuencias desastrosas. Todas estas horas de trabajo sin descanso, por ejemplo, resultan en sobre estimulación y las consecuencias son: estrés, tensión, inquietud, ansiedad, agotamiento, depresión, reactividad.
Del otro lado están los colaboradores que no están lo suficientemente estimulados. Esto lo podemos notar cuando tendemos a estar apáticos en el trabajo. Este puede ser el caso cuando te falta motivación o te has desvinculado de tu trabajo porque precisamente ya no estás estimulado o porque puedes estar desilusionado con el jefe, con tus colegas u otras condiciones de trabajo adversas.
¿Las consecuencias de muy poca estimulación? Aburrimiento, falta de concentración y enfoque, somnolencia, letargo, falta de motivación, desconexión.
Aunque las consecuencias de muy poca estimulación parecen diametralmente diferentes a las de demasiada estimulación, tienen varios aspectos fundamentales en común:
- Ambos perjudican el funcionamiento cognitivo, la codificación y la recuperación de la memoria.
- Ambos comprometen toma de decisiones racional y responsable.
- Ambos subvierten la inteligencia emocional y la regulación.
- Ambos inhabilitan las relaciones saludables.
En resumen, reducen drásticamente el rendimiento.
Por el contrario, cuando llegas a tu punto óptimo hay un mejor funcionamiento cognitivo, más actividad en la búsqueda de objetivos, mayor pensamiento abstracto, planificación, organización y comunicación. También, es resulta más fácil memorizar información y recordarla más tarde. Hay mejor comunicación y una toma de decisiones más sabia.
Todas las razones enumeradas anteriormente son bastante poderosas para entrenar la atención y optimizar el rendimiento.