Abrir una red social hoy en día significa sumergirse en un mar de malas noticias, historias pasajeras, anuncios invasivos y debates polarizados. Parece que solo hay dos bandos: estás con nosotros o contra nosotros. El punto medio se ha vuelto incómodo, casi inexistente.
La realidad no es solo cuestión de optimismo o pesimismo, sino de percepción. Y esa percepción está en riesgo. La inteligencia artificial está desdibujando los límites entre lo real y lo manipulado. Hoy es posible convencer a las masas de que lo que vieron con sus propios ojos nunca ocurrió. La repetición constante distorsiona incluso la verdad más evidente. Un ejemplo reciente es el uso de los deepfakes, videos hiperrealistas, pero completamente falsos, que complican aún más la capacidad de distinguir entre realidad y ficción.
En el ámbito económico y del comercio internacional, esta situación plantea múltiples retos. Desde hace tiempo, empresas y funcionarios suelen suponer diferentes escenarios para analizar cómo aprovechar oportunidades y mitigar riesgos. Sin embargo, en un mundo polarizado, resulta difícil ver ambos lados de la moneda. Tendemos a tomar partido emocionalmente y dejamos de considerar alternativas. Esta tendencia se acentúa en un contexto postpandemia, donde los cambios geopolíticos, tecnológicos y sociales avanzan con rapidez y nos dejan embrollados entre la lenta burocracia y los recursos limitados de las empresas, especialmente las pymes.
Hace unos meses escuché a John Maxwell, el experto en liderazgo, definirse como un posibilista. Se entendía con el deber de ubicarse en el lugar del que busca ver lo que es posible y trata de identificar las estrategias que permitan materializarlo. Más reciente, William Ury, el célebre autor de “Obtenga el Si” junto a Roger Fisk que hizo famoso la llamada teoría de negociación de Harvard, ha escrito el libro “Posible. Como sobrevivimos (y prosperamos) en la era de los conflictos”. Ury, quien ha participado en múltiples eventos y conflictos en el mundo, desde las negociaciones de Camp David de la era Carter a la Ucrania actual, piensa que el problema en nuestro tiempo “no es el conflicto, es la forma destructiva de manejarlo”. Cree en el potencial humano de llegar al sí, de encontrar una vía donde parece que no hay ninguna. Esta perspectiva no solo aplica a la resolución de conflictos, sino también al emprendimiento.
Necesitamos más posibilistas, especialmente en un mundo que inevitablemente enfrentará más conflictos. No se trata de conformismo, sino de pragmatismo. Es clave partir de principios, valores y activos tangibles e intangibles de la empresa y desde esa ancla prepararse para innovar y competir. Es fundamental aprender a diferenciar entre tendencias reales y meras fachadas mediáticas. Necesitaremos más que nunca fuertes alianzas estratégicas y mejor capacidad de negociación. La incertidumbre demanda agilidad para adaptarse al cambio y consistencia para no desviarnos de las metas importantes como la diversificación de mercados, modelos de negocios y suplidores.
El éxito ya no dependerá tanto de qué exportamos, sino de cómo y hacia dónde lo hacemos. Estamos ante un cambio de paradigma aún en construcción, donde la adaptabilidad y la estrategia marcarán la diferencia. Antes de caer en extremos, empuñemos la espada de lo posible. El futuro sostenible de nuestras empresas dependerá de ello.