La gira del secretario de Estado de Estados Unidos, Marco Rubio, subraya la importancia estratégica de la región en asuntos globales como la migración, el narcotráfico, la seguridad y la cooperación económica.
Patio trasero o no y retórica autoritaria aparte, somos una prioridad para Washington. En un contexto marcado por tensiones geopolíticas, conflictos económicos y desafíos climáticos, América Latina es un espacio clave para la estabilidad y el desarrollo hemisféricos. La creciente influencia de actores globales como China y Rusia en nuestra región preocupa a Estados Unidos.
Temas centrales como la migración, el narcotráfico y el crimen transnacional nos afectan directamente. La migración irregular, impulsada por la pobreza, la violencia y la inestabilidad política en países como Venezuela, Haití y varias naciones centroamericanas, es un desafío compartido. Rubio probablemente buscará promover acuerdos bilaterales y regionales para gestionar estos flujos de manera más efectiva y abordar las causas profundas que obligan a las personas a dejar sus países.
Nuestro tema principal es, empero, Haití. El desgobierno y el caos que allí reinan amenazan la seguridad de nuestro país y de toda la región. Debemos convencer al joven político de que estas mismas razones de preocupación aplican a Estados Unidos. Que el problema, dado su poderío y la geopolítica, también le pertenece. No nos hagamos ilusiones: sin la participación activa estadounidense no habrá solución para Haití. Cerrada la vía política sin la eliminación de las bandas criminales.
Es de esperarse que de la visita de Rubio surjan propuestas para fortalecer la cooperación en inteligencia, seguridad y control fronterizo, así como programas de desarrollo alternativo que reduzcan la dependencia de economías ilícitas. Y, más que nada, los medios para estabilizar el vecino.