El Diccionario del Español Dominicano, esa joya del Igalex, nos da la clave con la definición precisa de avivato: “que se aprovecha de una situación propicia para obtener beneficio personal, sin preocuparse de perjudicar a los demás”. De ahí avivatada, acción en la que tenemos duchos oficiantes en todo lo relativo a desalojos o recuperación de áreas otrora propiedad estatal.
Se parte de la ignorancia, adrede en casos, de un principio cardinal del derecho: ex iniuria ius non oritur, de un acto ilícito o injusto no pueden derivarse derechos válidos. Punto de partida para la protección de la integridad del orden jurídico y la justicia en las relaciones legales.
Más de una vez, por ejemplo, se ha desalojado y compensado a quienes exponen su vida al asentarse en las márgenes del río Ozama. Se esparcen los primeros rumores de desalojo y los censos originales se quedan cortos. Los avivatos ven una oportunidad y la aprovechan. En ese mismo ejercicio caen los comerciantes del kilómetro 9 de la autopista Duarte. Ocuparon un área pública, se lucraron y ahora son víctimas cuando el Estado actúa en la recuperación de lo que siempre le ha pertenecido. Voces de protesta y el argumento ya cansino de que “somos honrados padres de familia”. ¿Cae el avivato en la categoría de honrado?
Cuando es necesario, los truchimanes (lo mismo) se enrolan en el activismo social e intentan revivir causas que en su tiempo tuvieron fundamento. Prontamente mutan en luchadores medioambientales y se olvidan de que la pobreza es la mayor amenaza contra la sostenibilidad. De paso, se cuelan entre los moradores reales de áreas susceptibles de ser afectadas por la minería responsable y…otra avivatada.