Lejos de RD. El problema de los médicos y los hospitales dista de sueldos bajos y de pseudo conquistas laborales. Viene de lejos y evidencia una contradicción entre un Estado negligente y los pacientes reales y potenciales, entiéndase la parte más vulnerable de la sociedad. La crisis del sistema hospitalario es la crisis del dominicano pobre, aquel que precisa llevar sus sábanas para el internamiento, comprar sangre si necesitado de una transfusión, e instrumental quirúrgico en caso de biopsia. O medicinas cuando la enfermedad no se cura con aspirina. Los problemas de nunca acabar, de los hospitales inhóspitos y de médicos cuyos salarios divididos entre las horas trabajadas provocan urticaria.
Antes que claudicar, a los gobernantes corresponde pelear por quienes los mantuvieron en el poder este mayo. De rigor revolver el sector salud pública para que empiece a marchar como Dios manda en un país orgullosamente colocado en la casilla de ingresos medios, cuya economía engordará un 5 % este y el próximo año.
Para la construcción y reconstrucción del área sanitaria, el primer acuerdo debe ser con la sociedad y luego, sumar a los médicos decentes y que, equipados con vocación de servicio, cumplen con una tarea muy engorrosa dadas las circunstancias. A los que cobran sin prácticamente trabajar y que viven más pendientes de la consulta privada que del hospital sucio y maloliente, les importa un bledo el paciente pobre.
El Colegio Médico Dominicano es una enfermedad que necesita tratamiento de choque y no curitas. Tiene exceso de pesos y anemia de responsabilidad profesional. Nunca sanará si las autoridades, al menor vagido o amago de vahído, se acobardan y abren el maletín con el vademécum de sueldos y prebendas.