En los últimos días, hemos leído numerosos artículos sobre el supuesto cambio ocurrido en los ciudadanos estadounidenses. Grandes articulistas y periodistas de prestigiosos periódicos americanos, incluyendo expresidentes y excandidatos presidenciales, han hablado al respecto. Sin embargo, no. El pueblo estadounidense no ha cambiado. Sigue siendo una sociedad conservadora, llena de orgullo y amor por su patria.
Quienes han cambiado —y deberían entender que su país no acepta todos esos derechos y libertades que promueven— son los líderes del Partido Demócrata.
En las elecciones del 5 de noviembre, el pueblo estadounidense envió un mensaje claro al Partido Demócrata: basta ya. Este partido necesita analizar sus políticas, sus extremos y su visión de Estado. El electorado optó por rechazar una izquierda extrema y elegir, en cambio, una derecha más conservadora que liberal. Esa fue la gran expresión de las urnas en estas elecciones.
El Partido Demócrata debe comprender que los extremos no son saludables y recordar sus momentos de gloria, cuando gobernaba desde el centro, no desde los extremos. Las naciones necesitan un equilibrio, y ese equilibrio se encuentra en el centro político.
La visión de los fundadores de la Constitución estadounidense siempre se basó en el respeto hacia los ciudadanos y en la búsqueda de consensos sin atropellar los derechos de otros. Por ello, el Partido Demócrata debe reflexionar profundamente sobre su fracaso, escuchar al pueblo y comprender qué es lo que realmente quieren sus ciudadanos.