Si usted ha utilizado la calcomanía “Bebé a bordo”, ha colocado asientos de seguridad infantil en su vehículo, ha dotado a sus hijos de rodilleras, coderas y casco para andar en bicicleta y/o patines; y ha comprado juguetes fabricados con todas las estrictas normas internacionales de seguridad, declárese ¡padre helicóptero!
Este fenómeno -que no es nuevo- pertenece a la generación de padres que ante el mínimo problema que afecta a sus hijos se lanzan a resolverlos. Debido a esto, los niños nacidos en las últimas dos décadas se han convertido en los que más atención, protección y recursos han recibido de sus padres, lo que les impide aprender a resolver problemas, tomar decisiones, asumir responsabilidades y ser independientes.
Tanta es la sobreprotección, que algunos colegios en Estados Unidos han incluido en el contrato de admisión la advertencia de que un alumno puede ser expulsado como consecuencia del comportamiento de sus padres ya que muchos discuten con los profesores sobre las notas de sus hijos, se quejan continuamente por la más mínima deficiencia y piden explicaciones por todo, sin quedar nunca satisfechos.
Esto se repite en las universidades. Según un estudio publicado por The American Psychological Association, los estudiantes de primer año hablan con sus padres más de 10 veces a la semana por celular. Un rasgo que sería positivo si no fuera porque conversan en horas de clase.
Ante esta situación, la filosofía “slow” -muy de moda en las últimas décadas- está calando en la educación y se está popularizando a través de libros, artículos y seminarios. El “slow parenting” -como se le ha bautizado a esta nueva tendencia educativa- aboga por el fin de la sobreprotección paterna, permitiendo que se disponga de más tiempo libre para todos y una planificación familiar menos estresante.
Según los expertos, se trata de un efecto de la crisis económica, pues muchos padres han tenido que reducir o suprimir las actividades extraescolares de sus hijos, lo que a su vez ha disminuido el estrés familiar, el gasto excesivo y -sobre todo- les ha abierto los ojos sobre lo que realmente significa ser padres.
Te damos algunas claves para practicar este estilo de crianza:
- Aparca las prisas del día a día.
- Respeta los ritmos de tu hijo.
- No sobrecargues su agenda.
- Apuesta el juego libre.
- Mantén un trato y comunicación positivos.
- Ayuda a tu hijo a conocerse a sí mismo.
- La conexión emocional con tus hijos es fundamental.
- Dedícales tiempo en exclusiva cada día.
- Pasen tiempo en familia.
- No olvides descansar, cuidarte y conectar contigo mism@.
En definitiva, el ‘slow parenting’ significa tomarse la educación de los niños como parte del transcurso de la vida, donde el niño debe ser niño y libre de investigar, jugar y aprender a su ritmo. Eso sí, poniéndole límites e inculcándole valores.
-
The NurtureShock, de Ashley Merryman y Po Bronson. Un compendio de técnicas educativas ampliamente aceptadas en los últimos veinte años y que, argumentan los autores, son absolutamente erróneas a la luz de algunos recientes estudios científicos.
-
Simplicity Parenting, de Kim John Payne. Este manual que ayuda a rediseñar la vida familiar simplificando el calendario de actividades o, incluso, reduciendo el número de juguetes que tienen los niños.