Cada nación del mundo tiene una memoria colectiva moldeada por los acontecimientos que enfrentan a lo largo de su historia. Estas experiencias crean su carácter y afectan sus acciones, así como sus estrategias. Para algunos, estos acontecimientos podrían ser trágicos y traumáticos. Tal es el caso del 7 de octubre para Israel y todas las comunidades judías del mundo.
En ese horrible día, miles de terroristas de Hamás invadieron Israel por sorpresa y lanzaron una brutal campaña terrorista, asesinando a cualquiera que se interpusiera en su camino, agrediendo sexualmente a mujeres y secuestrando a muchos israelíes de sus camas, tanto judíos como árabes. Ese día, el Estado de Israel se dio cuenta de que necesitaba tomar medidas para protegerse a sí mismo y a su pueblo. No queríamos la guerra. De hecho, siempre hemos deseado vivir en paz; pero no nos quedó otra opción que defendernos de estos grupos, cuyo principal objetivo es destruir nuestro hogar.
Durante muchos años, hemos visto y advertido a todos que Irán está apoyando a sus representantes cerca de las fronteras de Israel con armas, logística y recursos financieros. Sin embargo, durante todo este tiempo, no recibimos la ayuda necesaria de la comunidad internacional. Intentamos interceptar estas organizaciones, pero, lamentablemente, se hicieron más grandes y más fuertes día a día.
Mientras la comunidad internacional nos criticaba por lo que se llamó un “bloqueo” en Gaza, Hamás construyó un ejército con más de 40,000 combatientes, decenas de miles de misiles y cientos de kilómetros de túneles. Hamás, como sabemos, es una organización radical con una ideología extrema que exige la destrucción del Estado de Israel en sus estatutos. Además, Hezbollah se convirtió en un ejército fuerte con más de 100,000 combatientes, controlando el sur del Líbano con más de 150,000 misiles en su arsenal.
Mientras fuimos objeto y foco único de la crítica pública, Irán respaldó a estas organizaciones y utilizó a estos países árabes como plataforma para luchar contra Israel, sin considerar el mejor interés de estas naciones y el bienestar de sus pueblos. Un gran ejemplo de esto es Hezbollah, que destruyó al Líbano política, económica y socialmente. A Hamás, por otra parte, no le importa la gente de Gaza; los usa como escudos humanos y roba la ayuda humanitaria que les envían.
Los líderes de Irán, Hezbollah, Hamás y sus similares han estado cooperando y pidiendo la destrucción de Israel. Día tras día, la amenaza que pesaba sobre nosotros se hacía inminente sin una intervención significativa de la comunidad internacional. Lamentablemente, sucedió lo que temíamos y comenzó la pesadilla de los ataques.
El 7 de octubre se considera el día más trágico de la historia judía moderna. Ese día, Hamás tomó 1,200 vidas inocentes -hombres, mujeres y niños-, hirió a miles y 254 personas fueron secuestradas y arrastradas a Gaza para afrontar lo inimaginable en manos de este grupo terrorista. Sólo hay un acontecimiento trágico que podría compararse con los horrores que vivió el pueblo israelí ese día: el Holocausto.
Entonces y ahora, los judíos fueron asesinados porque eran judíos. Entonces y ahora, la comunidad internacional no nos brindó la asistencia suficiente que tan atroz situación requería. –con el ejemplo excepcional de República Dominicana, que aceptó recibir a miles de judíos durante la Segunda Guerra Mundial-. La principal diferencia entre entonces y ahora es la existencia de Israel, un Estado judío con fuerzas de defensa valientes y con altas capacidades, con un ejército comprometido a defender el derecho de su pueblo a existir pacíficamente en el territorio que llaman su hogar, con la promesa de perseguir y castigar a todo aquel que intente destruirlo.
Un año después del 7 de octubre, todavía estamos de luto por nuestras víctimas y todavía tenemos 101 personas secuestradas en Gaza. Estamos trabajando y orando por la liberación de aquellos que todavía son rehenes, pero también persiguiendo y atacando a todas esas fuerzas oscuras que intentan matarnos. Al mismo tiempo, buscamos continuar la búsqueda de la paz con los estados árabes moderados en el Medio Oriente. Por un lado, luchamos contra el terrorismo sin vacilación y, por otro lado, buscamos la paz y la normalización con las naciones que nos rodean.