Parece que tres meses y ocho días han sido suficientes para que el tercer director de Pasaportes, nombrado por el presidente Abinader en menos de cuatro años, lograra resolver el caos de las largas filas y extensos tiempos de espera que constantemente reportaban los usuarios. Estos problemas, de manera irresponsable, se habían atribuido al hecho de que las personas acudían a la Dirección General de Pasaportes (DGP) acompañadas de sus familiares.
Para quienes han necesitado solicitar o renovar una libreta de pasaporte, era evidente lo agobiante que resultaba sentarse en la DGP, tomar un turno y esperar cuatro o cinco horas para completar el proceso. Peor aún era que, en muchos casos, el sistema en línea colapsaba a mitad del trámite.
Pasar de tener que llegar a las seis de la mañana para asegurar un “buen turno” y salir temprano, a simplemente presentarse en la DGP a la hora programada para la cita, es un cambio abismal. No solo eso, ahora es posible agendar una cita para realizar el proceso de renovación de manera presencial y recibir la libreta el mismo día, sin necesidad de pagar por el servicio VIP. Al parecer se impuso la preocupación por el ciudadano.
¿Qué fallaba con los directores anteriores?