El directorio del FMI publicó hace poco su evaluación acerca de la economía dominicana (consulta artículo IV).
Los informes del organismo internacional se caracterizan por el arte de saber decir las cosas. Interesan tanto por lo que dicen como por lo que no. Las miserias no tienen por qué mostrarse al desnudo. Las venturas, por el contrario, se bastan a sí mismas.
La evaluación no entra en detalles de cómo se genera y distribuye el valor agregado, ni en disquisiciones sobre las fortalezas y debilidades del sector externo, ni en profundidades sobre las finanzas públicas y la política monetaria.
Para este año de 2024, con respecto al PIB se proyecta un crecimiento real del 5 %, un déficit en cuenta corriente de balanza de pagos de alrededor del 3 %, financiado con entrada de inversión extranjera directa y un déficit consolidado del sector público del 4 %. La inflación se situaría alrededor del 4 %.
En otras palabras, la economía seguirá creciendo. El saldo exterior en bienes y servicios volverá a ser negativo, lo que, por su persistencia en el tiempo, apunta a la existencia de un problema de insuficiente competitividad. El sector público continuará mostrando un exceso de gastos respecto a los ingresos, que lo obliga a plantearse cómo cerrar la brecha sin que la redistribución del pastel en su favor cause problemas de gobernabilidad.
La evaluación da la bienvenida a la ley de responsabilidad fiscal como elemento facilitador para garantizar la sostenibilidad de la deuda.
Y declara “imperiosa” la realización de una reforma que aumente los ingresos públicos de forma duradera por vía de la eliminación de las exenciones tributarias y la ampliación de la base impositiva, al tiempo que mejore el gasto a través de la reducción de los subsidios al sector eléctrico y de las transferencias no focalizadas.
Ese es el núcleo de la reforma fiscal que se anuncia, pero todavía no llega.
En ese sentido, recalcan la necesidad de “implementar plenamente el Pacto Eléctrico”, advertencia que cae como mazo pesado sobre una opinión pública que da por supuesto que debía de haberse hecho hace años ya.
El informe agrega la necesidad de seguir recapitalizando al Banco Central, eufemismo que hace alusión a que el gobierno sufrague el déficit del Banco Central que se genera por los cuantiosos pagos de intereses de los títulos que el organismo monetario coloca en el mercado con el objetivo de controlar la oferta monetaria e influir sobre el tipo de cambio.
Este es un asunto al que debe buscársele una solución definitiva, pues no tiene sentido erogar cada año recursos de las arcas públicas para mantener el problema vigente, sin mejoría, o seguir efectuando asientos contables con el signo de débito.
El hecho es que entre las pérdidas del Banco Central y los subsidios al sector eléctrico se concentra el peso mayor del déficit público.
El FMI insiste, como viene haciéndolo año por año, en la conveniencia de incrementar la flexibilidad del tipo de cambio y limitar las intervenciones cambiarias. Sugiere continuar con la acumulación de reservas internacionales para hacer frente a futuros choques innominados, pero probables en un mundo complejo en que coexisten tantas y variadas amenazas.
En cuanto al sector financiero pondera su capacidad de resiliencia y nivel de capitalización. Y destaca que las pruebas de estrés realizadas han mostrado que se encuentra en condiciones de absorber choques diversos.
No obstante, considera que el mantenimiento de tasas de interés altas hace necesario continuar la vigilancia para contener cualquier acumulación de vulnerabilidades, por lo cual sugiere el cierre de las brechas de regulación y supervisión en alusión al funcionamiento de las cooperativas de ahorro y crédito.
Al final de su evaluación el directorio del FMI elabora una especie de sancocho en que mezcla ingredientes y recomienda proceder a las reformas educativas y del mercado laboral, sin decir en qué sentido hacerlo, ni mucho menos señalar con el índice al fenómeno de la existencia de un mercado informal copado por inmigrantes ilegales que distorsionan su funcionamiento y causan problemas de gran calado.
A lo anterior agregan la mitigación climática.
Esos ingredientes, citados en conjunto, sin brújula que oriente su dirección, son considerados como elementos fundamentales para apoyar el “crecimiento inclusivo y resiliente”.
Los informes del FMI, con ligeras variantes, tienen la rara virtud de poder ser cambiados de fecha, hacia atrás y hacia adelante, sin que se noten mucho las diferencias. Puede que la razón estribe en el hecho de que nada cambia sino es en virtud de las consecuencias. Las siglas son las mismas, pero el organismo no tiene la pegada de antes.